Continúan los encuentros cotidianos de oración por la Unidad de los Cristianos. El miércoles 26 de enero le ha tocado este año organizar la oración, en nombre de la Iglesia Católica, a la parroquia de San Salvador, de los frailes menores de la Custodia. Coincidiendo con la solemnidad de la iglesia de San Salvador, ha sido el Vicario custodial fray Artemio Vítores, quien ha presidido la oración ecuménica. El padre Artemio ha hecho un recorrido histórico recordando cómo la presencia franciscana en Tierra Santa comenzó en el Cenáculo, queriendo la historia que la fraternidad se viera obligada posteriormente a trasladarse a San Salvador, que se convirtió así en un “nuevo cenáculo”.
Como todos los encuentros, también éste ha contado con una numerosa participación y con gran afluencia de fieles de la parroquia que han acogido a los cristianos de las demás confesiones. El lema: “Unidos en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partir el pan y en la oración”, se ha vivido realmente. Este lema se propuso, además, como ha recordado el Santo Padre durante la celebración de las vísperas con motivo de la clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos el 25 de enero en la Ciudad del Vaticano, por las mismas comunidades cristianas de Jerusalén.
El momento de reflexión ha estado dirigido por el párroco de San Salvador, padre Firas Hejazim ofm. El padre Firas ha recordado que, durante la celebración eucarística, tras el padrenuestro, el celebrante suplica a nuestro Señor, antes del intercambio de la paz, que no mire nuestros pecados sino la fe de la Iglesia y que nos conceda unidad y paz. Partiendo de la fe fundante del Israel del éxodo, de los diez mandamientos, el padre Firas ha recordado que Jesús superó las leyes veterotestamentarias y encarnó en su propia vida las bienaventuranzas, viviéndolas en profundidad, lo que le acarreó la muerte en el Calvario por un amor de comunión.
El padre Firas ha concluido su homilía recordando que, así como se trituran muchos granos de trigo para hacer la harina y luego, amasados, se convierten en un único pan, así los cristianos estamos llamados a fundirnos en nuestra diversidad para llegar a ser un único pan que luego es partido.
Gran participación ha habido también en el encuentro celebrado y dirigido por los benedictinos de la Basílica de la Dormición, adyacente al Cenáculo. En la sala donde la tradición sitúa la institución de la Eucaristía, la fracción del pan adquiere un significado particular que nos lleva a los orígenes del Cristianismo, a aquel primer gesto de Jesús que le hará después ser reconocido por los apóstoles de Emaús y que hace reconocible hoy día a todo cristiano que vive la autenticidad del Evangelio. Así lo ha recordado el padre Johannes en su homilía, que ha comenzando diciendo: “Dividir no es motivo de división y compartir no es una pérdida sino una ganancia”, sintetizando en pocas palabras lo que estos días se está viviendo en Jerusalén. Significativa ha sido también la conclusión de su predicación con la narración de una historieta, tan simple como profunda, de tres hermanos.
Dos hermanos, un chico y una chica, se ponen a discutir. El tercer hermano, dolido por esta circunstancia, parte el bizcocho que tiene en dos partes dándole la mitad al hermano que se había enfadado. Éste, impresionado por el regalo y el gesto, parte a su vez su mitad del bizcocho en dos y le entrega una parte a la hermana con la que se había enfadado. Las manos que en un principio hacían el mal, se han convertido en manos de curación.
Una historia que, en su simplicidad, nos habla del don y la gratuidad del perdón, un regalo, un per-don (del latín per (por, para) donare (regalar, dar)).
Continuemos con la oración de estos días para que el espíritu de esta semana no concluya con el encuentro final del 30 de enero en la Catedral anglicana de San Jorge, sino que continúe en la vida cotidiana per-donando a los demás según el ejemplo de los apóstoles… y de los tres hermanos.
Marco Gavasso
Como todos los encuentros, también éste ha contado con una numerosa participación y con gran afluencia de fieles de la parroquia que han acogido a los cristianos de las demás confesiones. El lema: “Unidos en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partir el pan y en la oración”, se ha vivido realmente. Este lema se propuso, además, como ha recordado el Santo Padre durante la celebración de las vísperas con motivo de la clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos el 25 de enero en la Ciudad del Vaticano, por las mismas comunidades cristianas de Jerusalén.
El momento de reflexión ha estado dirigido por el párroco de San Salvador, padre Firas Hejazim ofm. El padre Firas ha recordado que, durante la celebración eucarística, tras el padrenuestro, el celebrante suplica a nuestro Señor, antes del intercambio de la paz, que no mire nuestros pecados sino la fe de la Iglesia y que nos conceda unidad y paz. Partiendo de la fe fundante del Israel del éxodo, de los diez mandamientos, el padre Firas ha recordado que Jesús superó las leyes veterotestamentarias y encarnó en su propia vida las bienaventuranzas, viviéndolas en profundidad, lo que le acarreó la muerte en el Calvario por un amor de comunión.
El padre Firas ha concluido su homilía recordando que, así como se trituran muchos granos de trigo para hacer la harina y luego, amasados, se convierten en un único pan, así los cristianos estamos llamados a fundirnos en nuestra diversidad para llegar a ser un único pan que luego es partido.
Gran participación ha habido también en el encuentro celebrado y dirigido por los benedictinos de la Basílica de la Dormición, adyacente al Cenáculo. En la sala donde la tradición sitúa la institución de la Eucaristía, la fracción del pan adquiere un significado particular que nos lleva a los orígenes del Cristianismo, a aquel primer gesto de Jesús que le hará después ser reconocido por los apóstoles de Emaús y que hace reconocible hoy día a todo cristiano que vive la autenticidad del Evangelio. Así lo ha recordado el padre Johannes en su homilía, que ha comenzando diciendo: “Dividir no es motivo de división y compartir no es una pérdida sino una ganancia”, sintetizando en pocas palabras lo que estos días se está viviendo en Jerusalén. Significativa ha sido también la conclusión de su predicación con la narración de una historieta, tan simple como profunda, de tres hermanos.
Dos hermanos, un chico y una chica, se ponen a discutir. El tercer hermano, dolido por esta circunstancia, parte el bizcocho que tiene en dos partes dándole la mitad al hermano que se había enfadado. Éste, impresionado por el regalo y el gesto, parte a su vez su mitad del bizcocho en dos y le entrega una parte a la hermana con la que se había enfadado. Las manos que en un principio hacían el mal, se han convertido en manos de curación.
Una historia que, en su simplicidad, nos habla del don y la gratuidad del perdón, un regalo, un per-don (del latín per (por, para) donare (regalar, dar)).
Continuemos con la oración de estos días para que el espíritu de esta semana no concluya con el encuentro final del 30 de enero en la Catedral anglicana de San Jorge, sino que continúe en la vida cotidiana per-donando a los demás según el ejemplo de los apóstoles… y de los tres hermanos.
Marco Gavasso