Simplicidad y espontaneidad: almuerzo sorpresa del Papa con los frailes en el convento de San Salvador | Custodia Terrae Sanctae

Simplicidad y espontaneidad: almuerzo sorpresa del Papa con los frailes en el convento de San Salvador

La noticia de la venida por sorpresa del Santo Padre, el lunes 26 de mayo, al refectorio del convento de San Salvador, está en la boca de todos.
E anuncio, hecho por fray Stéphane Milovitch, superior del convento, apenas una hora antes del almuerzo. Se conoció el mismo día la probable venida del Sumo Pontífice, pero fray Stéphane y el custodio habían decidido mantener la noticia en secreto hasta el último momento. Solo fray Amar, ecónomo del convento, fue avisado, sobre todo por motivos de seguridad: la policía israelí debía, de hecho, estar presente desde las 9.30 para inspeccionar los lugares.

Pero el entusiasmo, tanto de quien ya lo sabía, como de quien se enteró de la noticia por sorpresa al atravesar la puerta, ha sido el mismo. Don Gaetano, sacerdote hospedado por la Custodia de Tierra Santa durante su año sabático, no esconde su sorpresa: «Salí de mi habitación y me anunciaron la noticia. ¡Apenas tuve tiempo de cambiarme!».
Entre las personas a las que la noticia pilló por sorpresa está también sor Tiburcia, franciscana del Corazón de Jesús, y el cocinero, Rami, que se enteraron que no iban a cocinar solo para los frailes, como de costumbre, ¡sino para el Papa! Sor Tiburcia está aún muy emocionada: «Ni siquiera en sueños lo habría podido imaginar. ¡Nuestro Papa en la mesa con nosotros!».

Y es que el Santo Padre había pedido expresamente que no se cambiaran las costumbres, ni el menú del día. Se excusó ante la comunidad por las «dos horas de ayuno» debido al tiempo de espera hasta su llegada. La comunidad ha respondido sonriendo y entonando el Regina coeli.
Sentado en los bancos del refectorio, como el resto de franciscanos presentes, el Papa ha estado rodeado por el ministro general de la Orden franciscana, fray Michael Anthony Perry, por el nuncio apostólico, Mons. Lazzarotto, por el patriarca de Jerusalén, Mons. Fuad Twal, y por el custodio de Tierra Santa. Una «pequeña» delegación que ha permitido a todos gozar de la espontaneidad y simplicidad del momento. Algunos frailes ancianos han bajado de la enfermería para aprovechar este encuentro.

El Papa, en un breve discurso, ha dado las gracias a los frailes por su trabajo, subrayando que «se puede decir, sin exagerar, que Tierra Santa está viva. ¡Si hay comunidades cristianas es gracias a vosotros!».
Invitando después a los frailes a continuar su vocación con humildad, ha compartido con ellos esta anécdota: «Una vez el arzobispo de Buenos Aires me dijo: hay sacerdotes que, cuando pasan por la calle, les gritan o, peor, les insultan; se les dice ¡que vayan a trabajar! Al contrario, ¡jamás he oído decir algo similar de uno de vosotros!».

Antes de retomar su programa «oficial» y de visitar al patriarca ecuménico de Constantinopla en la iglesia Viri Galilaei en el monte de los Olivos, el Santo Padre se ha despedido una vez más de los frailes con un caluroso «Arrivederci» y un «Rezad por mí» que ninguno olvidará en la Custodia de Tierra Santa. Sor Tiburcia da fe de ello: «Lo que siento es inexplicable; no se ve ni se puede describir, ¡pero está escrito en mi corazón hasta el fin de mis días!».

E.R.