También este año, aunque en un clima apesadumbrado por la grave situación social y política que envuelve al mundo entero, las comunidades cristianas de Belén se disponen a celebrar la santa Navidad.
Bajo el signo de la esperanza, en el corazón de la Tierra Santa, comienza la larga noche que culminará, mañana, con la promesa mantenida de su llegada: su Navidad y nuestra Navidad.
Siguiendo los complicados ritos y tradiciones de la Misa de Nochebuena, tan esperada y desde hace tanto tiempo reservada por los fieles locales y peregrinos procedentes de todas las partes del mundo, se celebrará en la iglesia de Santa Catalina, presidida por el patriarca latino de Jerusalén, Mons. Fuad Twal, y concelebrada por varios obispos y numerosos frailes y sacerdotes.
El nacimiento de este Niño aparentemente tan insignificante, hasta el punto de que no hay sitio para él y nace en el camino, en un lugar improvisado, se manifiesta una vez más de forma humana, actual, humilde y escondida para realizar su proyecto de salvación, nuestra salvación.
Desde este momento, y precisamente en Belén, la historia humana cambia radicalmente.
Si sabemos correr como los pastores, siguiendo la luz que nos lleva al tesoro, escondido entre los pañales de un recién nacido, para descubrir al Niño y contemplarlo, sorprendidos y confiados como los pastores, podremos vivir nuestra Navidad todos los días.
Bajo el signo de la esperanza, en el corazón de la Tierra Santa, comienza la larga noche que culminará, mañana, con la promesa mantenida de su llegada: su Navidad y nuestra Navidad.
Siguiendo los complicados ritos y tradiciones de la Misa de Nochebuena, tan esperada y desde hace tanto tiempo reservada por los fieles locales y peregrinos procedentes de todas las partes del mundo, se celebrará en la iglesia de Santa Catalina, presidida por el patriarca latino de Jerusalén, Mons. Fuad Twal, y concelebrada por varios obispos y numerosos frailes y sacerdotes.
El nacimiento de este Niño aparentemente tan insignificante, hasta el punto de que no hay sitio para él y nace en el camino, en un lugar improvisado, se manifiesta una vez más de forma humana, actual, humilde y escondida para realizar su proyecto de salvación, nuestra salvación.
Desde este momento, y precisamente en Belén, la historia humana cambia radicalmente.
Si sabemos correr como los pastores, siguiendo la luz que nos lleva al tesoro, escondido entre los pañales de un recién nacido, para descubrir al Niño y contemplarlo, sorprendidos y confiados como los pastores, podremos vivir nuestra Navidad todos los días.