Todos los años llega la Navidad, ¡y no nos cansamos nunca! | Custodia Terrae Sanctae

Todos los años llega la Navidad, ¡y no nos cansamos nunca!

«No me canso jamás de la Navidad», así se expresa Mary, una mujer de Belén que recorre la plaza de la Natividad buscando a cualquier precio colocarse junto a las vallas para ver pasar al patriarca. «Vengo todos los años y cada año se sucede el milagro de la fiesta. ¿Qué es lo que más me gusta? La ciudad en fiesta y que, un día al año con esta muchedumbre que viene de todo el mundo, nos olvidamos de nuestras preocupaciones cotidianas».

Para Michelle y Alexis, que han venido a pie desde Francia con la esperanza de llegar a tiempo, la emoción es grande, hasta el punto de contener difícilmente las lágrimas. «Vamos de una emoción a otra. Tras la conmoción del muro de separación, nos encontramos con esta gran alegría. Hemos visto personas que salen por todas las calles a celebrar la alegría de la Navidad; un espectáculo así no se ve en nuestro país». Para Alexis, «musulmanes y cristianos se reúnen aquí para celebrar juntos el nacimiento de un profeta. Es una imagen muy fuerte».

Es el 24 de diciembre y, como ocurre tradicionalmente, el patriarca latino de Jerusalén hace su ingreso solemne en la ciudad de David. Esperando el cortejo que lo acompaña desde Jerusalén, la fiesta en la ciudad encuentra su punto álgido con el desfile de los exploradores.

Para fray Jason, que ha pasado nueve meses al servicio de la Custodia, es una gran alegría estar aquí. El sábado volverá a su país, Singapur. «Mi provincial quería que yo volviera antes de Navidad, pero le pedí poder quedarme porque quería verdaderamente vivir esta última gracia de la Tierra Santa».

Llega finalmente el cortejo del patriarca, Mons. Fuad Twal, con retraso debido al gran número de gente especialmente este año por las calles, hasta tal punto que los automóviles han tenido que detenerse por prudencia, y también para permitir que el patriarca alguna mano de las que le tendían.

En la plaza del Pesebre reina un gran jaleo. El recibimiento del patriarca por parte del fraile guardián, fray Ricardo Bustos, pone un poco de orden y calma. Empieza la oración.

Una vez dentro de la iglesia de Santa Catalina al canto del Te Deum, la asamblea entra en el misterio que se prepara, una oración que se prolonga con el canto de las vísperas, presididas por el patriarca. Tras las vísperas, los franciscanos y seminaristas del Patriarcado latino se vuelven a encontrar en la procesión solemne a la gruta, guiada por fray Ricardo. La alegría sigue creciendo, al tiempo que se vuelve más interior, en el mismo lugar en que nació Jesús.

Faltan pocas horas para la celebración de la noche, pero antes, cuando ya ha terminado la procesión, los franciscanos van a la iglesia para prepararse a acoger a alrededor de 1.600 personas. Delante de los peregrinos llegados del mundo entero, toman asiento el presidente de la Autoridad palestina, Mahmud Abás y su séquito, y también Catherine Ashton, alta representante de la Unión para los asuntos exteriores de la Unión Europea, en visita privada, y los cónsules generales de las Naciones latinas (España, Francia, Bélgica e Italia), protectoras de las comunidades cristianas de Tierra Santa.

Mientras tanto, en la sombra, un buen número de franciscanos está de servicio esta noche; unos para servir las misas que se irán sucediendo toda la noche, otros para ayudar al centenar de sacerdotes y obispos que concelebran la Misa del Gallo a revestirse con las casullas. En Beit Sahur, en el campo de los pastores, se prevén durante la noche no menos de 70 misas en todas las lenguas.

En los sótanos de la basílica de la Natividad, el Franciscan Media Center, que trabaja para enviar todas las imágenes de Belén, permitiendo de esta forma la retransmisión de la misa a numerosos canales de televisión católicos, vive un momento de pánico cuando la red internet se colapsa, pero para animar al equipo el patriarca realiza una visita sorpresa.
Son las 23.00 y comienza la celebración de la vigilia de Navidad. Le sigue, a medianoche, el comienzo de la misa. A la misma hora, fray Nirwán y fray Badía, asistidos por algunos frailes, se preparan para vivir un momento privilegiado: van a celebrar dos misas en la gruta, en el altar del Pesebre. «No pensé nunca, ni siquiera soñé, venir a Tierra Santa –afirma fray Nirwán, que es iraquí- y hete aquí que soy párroco de Belén y, por eso, tengo el privilegio de presidir la primera misa en la gruta. Es una alegría indescriptible». Al comienzo de la celebración, en la gruta llena de parroquianos, pide a la asamblea que haga silencio y tome conciencia de la gracia que se les da de vivir tal momento en el mismo lugar del nacimiento de Jesús.

Cuando sale de la gruta, hacia la una y media de la madrugada, se prepara para la bendición final, antes de partir en procesión con todos los concelebrantes hasta la gruta, donde se colocará al Niño recién nacido; primero, sobre la estrella de la Natividad, después en el pesebre.

En la iglesia, la asamblea empieza marcharse, no sin desearse entre todos una feliz Navidad, abrazándose, intercambiando impresiones. Las palabras sobran, la emoción es demasiado fuerte y cuesta creer que el sueño se ha hecho realidad: ¡Hemos celebrado la Navidad en Belén!