Triduo de celebraciones por la fiesta de San Francisco | Custodia Terrae Sanctae

Triduo de celebraciones por la fiesta de San Francisco



«¡Feliz fiesta!, Happy feast!, Bonne fête!...». Este intercambio de felicitaciones se ha escuchado durante tres días pues la coincidencia de la fiesta judía del Kipur y la musulmana del Aid al Adha ha llevado a la Custodia a modificar la celebración de las fiestas en honor a san Francisco. Así, las primeras Vísperas se han celebrado como siempre, el viernes 3 de octubre, mientras que la misa festiva del 4 de octubre se ha trasladado al domingo 5.

En Jerusalén, en unión con toda la Orden de los Hermanos Menores y las fraternidades de Tierra Santa, las primeras Vísperas han sido presididas por el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, en la iglesia de San Salvador de Jerusalén.
En estos días de fiesta, el custodio, en un mensaje dirigido a los frailes de la provincia, había pedido que se rezara de modo especial por Siria, la misión de la Custodia en ese país, y más concretamente por los frailes de los conventos de Knaye y Yacubíe, donde la situación va deteriorándose de día en día.

En su homilía, el custodio ha hablado del Evangelio del día, es decir, de la parábola de los operarios enviados a la viña (Mt 20,1-16). En vez de lamentarnos de trabajar mucho, debemos alegrarnos de haber sido llamados por el Señor a trabajar por Él.

Durante las Vísperas ha tenido lugar la renovación de los votos de los frailes que no han hecho todavía la profesión solemne y que, uno después de otro, se han ido arrodillando ante el custodio para emitir este nuevo compromiso temporal.

Haciendo relación al Evangelio, el custodio ha explicado que cada fraile, habiendo tenido la gracia de ser llamado a la vida religiosa, tiene la obligación de entregar su vida con alegría y gratitud. Es así como el cristianismo creció. Viendo el amor y la alegría de los primeros cristianos, así como la bondad y el sentido de la justicia tan distintos de Dios, la gente que vivía en torno a las primeras comunidades no podía dejar de convertirse.

El Transitus, conmemoración de los últimos momentos de la vida del Poverello de Asís, se ha desarrollado en una atmósfera de gran recogimiento: toda la asamblea se ha arrodillado en la oscuridad, mirando hacia el cuadro que representa la muerte de san Francisco, mientras se leía el relato de los últimos instantes de su vida. Al final de la celebración la asamblea ha venerado una reliquia de san Francisco.

El sábado 4, mientras la ciudad estaba inmersa en el silencio, la Custodia –en el día de la fiesta del santo- ha celebrado el compromiso definitiva en la Orden franciscana de fray David Greiner (véase el artículo a propósito).
La misa del domingo 5 de octubre ha estado presidida por el dominico P. Guy Tardivy, superior de la comunidad del convento de San Esteban. Los franciscanos han estado rodeados de muchos amigos para celebrar en la alegría la fiesta de su santo fundador. Mons. Willilam Shomali, obispo auxiliar de los Latinos de Jerusalén, y Mons. Musa el Hay, obispo maronita de Tierra Santa, ocuparon su lugar en el coro mientras en la asamblea se podía ver a los representantes de otras confesiones cristianas de Jerusalén: siríacos ortodoxos, armenios, etíopes, griegos ortodoxos… todos han venido para manifestar su amistad a los franciscanos.

Según la costumbre, también estaban invitados los cónsules generales de las cuatro naciones latinas protectoras de las comunidades cristianas. Así, estaban presentes los cónsules generales de España y Francia, acompañados de los vicecónsules de Italia y Bélgica; también la vicecónsul de Turquía y un representante de las autoridades civiles de la ciudad.

La iglesia estaba llena de fieles y la coral del Instituto Magníficat puso voz y música a las oraciones de los fieles. La homilía del P. Tardivy presentó las vidas de santo Domingo y san Francisco, dos hombres coetáneos que optaron por un modo de vida que conjuga pobreza y amor a la Iglesia. «Todo se puede resumir en una palabra, amar, como Cristo, de modo radical. También nosotros podemos, como ellos, vivir la radicalidad del amor al servicio de la Iglesia y del mundo»

A la celebración le siguió un refresco que se ofreció a toda la asamblea, mientras los huéspedes especiales acompañaron a los frailes al refectorio para el almuerzo. Al final del alegre y familiar convite, cinco dominicos y cinco franciscanos han cantado, alternándose, alabanzas al santo de la otra congregación.
Un hermoso momento de amistad con el que concluyó el triduo franciscano.

H.M