«Yo soy la resurrección y la vida»: peregrinación cuaresmal a Betania | Custodia Terrae Sanctae

«Yo soy la resurrección y la vida»: peregrinación cuaresmal a Betania

Betania, 22 de marzo de 2012

En la mañana del jueves 22 de marzo la comunidad cristiana latina de Tierra Santa ha recorrido un nuevo trecho del camino cuaresmal en preparación para revivir la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo en los precisos lugares que constituyeron el escenario de estos eventos, hace más de dos mil años. Hoy se ha hecho memoria de la resurrección de Lázaro, amigo de Jesús y protagonista de este hecho extraordinario junto con sus dos hermanas, Marta y María, en el pequeño pueblecito de Betania, muy cerca de Jerusalén, por el camino que desciende desde el Monte de los Olivos hasta Jericó.

Aquí se encuentra el santuario franciscano que recuerda la casa de los amigos del Señor y el lugar de la tumba de Lázaro. La iglesia, construida por el arquitecto italiano Antonio Barluzzi en la primera mitad del siglo XX, se levanta sobre algunos restos bizantinos y cruzados que escondían construcciones anteriores y en los que se puede observar la antigua presencia de un pequeño grupo de casas, la aldea donde vivía la familia de Lázaro, Marta y María. De hecho, muy probablemente, las ruinas esconden la casa de María adonde, como se lee en el evangelio, Jesús iba frecuentemente a descansar y gozar del calor de la amistad humana. La iglesia actual, con forma de cruz griega, presenta en el centro un cúpula recubierta de mosaicos dorados que, junto a los haces de luces que entran desde lo alto, dirigen la mirada hacia una perspectiva abierta, como ocurrió con Lázaro, que pudo gozar de la auténtica Luz, de la que se recibe la vida eterna. Sobre las cuatro paredes de la cruz griega que sostienen la cúpula destacan los mosaicos que representan los episodios evangélicos relativos a la familia de Betania: la preciada hospitalidad de Marta y María, la resurrección del amigo Lázaro, el tierno y profético gesto de María derramando aceite perfumado en los pies del Señor y secándolos después con sus cabellos y las palabras que caracterizan al santuario: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). Estos episodios configuran ese clima de familiaridad, acogida y amistad que también Jesús, en su vida terrenal, quiso experimentar.

Tras la primera misa, celebrada a las 6.30 h en el lugar indicado como la tumba de Lázaro, que dista unos 50 m del santuario franciscano, a las 7.30 h se ha celebrado, en la iglesia de Betania la santa misa solemne cantada y precedida por el rezo de la oración de Laudes. La ceremonia ha estado presidida por fray Artemio Vítores, vicario custodial, junto al que se encontraba, como concelebrante, fray Jerzy Kraj, actual director del Franciscan Media Center, el centro multimedia de la Custodia de Tierra Santa. La comunidad franciscana local ha participado en gran número en esta cita junto a muchos religiosos y religiosas de las distintas congregaciones presentes en Tierra Santa, voluntarios, amigos y colaboradores de la Custodia además de algunos cristianos de la comunidad local de lengua árabe.

Al finalizar las celebraciones, después de un pequeño momento fraterno en el convento franciscano anexo al santuario de Betania, se ha celebrado la tradicional procesión que, escalonada con la lectura de textos del evangelio, cantos y rezos, ha partido del lugar del sepulcro de Lázaro y ha continuado por el Monte de los Olivos con paradas en el edículo de la Ascención del Señor y en la Iglesia del Padre Nuestro. Aquí, la peregrinación ha concluido con un intenso momento de oración común durante el que se ha recordado de modo especial la difícil situación que la población de la vecina Siria está atravesando en estos meses.

Se lee en el evangelio de san Juan: «Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde se encontraba Lázaro, que él había resucitado de entre los muertos, y aquí le prepararon una cena» (Jn 12, 1-2). Escribe el papa Benedicto XVI: «El relato evangélico confiere un intenso clima pascual a nuestra meditación: la cena de Betania es preludio de la muerte de Jesús, bajo el signo de la unción que María hizo en honor del Maestro y que él aceptó en previsión de su sepultura. Pero también es anuncio de la resurrección, mediante la presencia misma del resucitado Lázaro, testimonio elocuente del poder de Cristo sobre la muerte. Además de su profundo significado pascual, la narración de la cena de Betania encierra una emotiva resonancia, llena de afecto y devoción; una mezcla de alegría y de dolor: alegría de fiesta por la visita de Jesús y de sus discípulos, por la resurrección de Lázaro, por la Pascua ya cercana; y amargura profunda porque esa Pascua podía ser la última». Seguimos por tanto al Señor por el camino que, desde Betania, le conducirá de nuevo a Jerusalén los días de la pasión, hasta la gloria de la resurrección, de la que las palabras y hechos realizados en Betania son anuncio y anticipación.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de fray Giorgio Vigna