Una celebración para recordar la presencia, predicación y milagros de Jesús en el mismo lugar en el que estos sucesos ocurrieron. Con esta finalidad, los frailes de la Custodia de Tierra Santa y numerosos peregrinos se han reunido en Cafarnaún el 8 de octubre pasado. En la iglesia construida sobre la que se considera la casa de san Pedro, el padre custodio, fray Francesco Patton, ha celebrado la misa.
La liturgia ha comenzado en el exterior con la proclamación del Evangelio, recordando los gestos que hizo Jesús. Cafarnaún está ligada, de hecho, a la predicación por la conversión, a la llamada de los hermanos Pedro, Andrés, Santiago y Juan a seguir al Señor y a los milagros de la curación de la suegra de Pedro, de la hemorroísa y de otros enfermos. Ha seguido después la procesión, con la cruz abriendo el paso, seguida de los frailes, fieles, sacerdotes y del custodio. La celebración ha estado animada por un coro de niños y adultos del lugar, que han entonado cantos y salmos en árabe.
Fray Francesco Patton, en su homilía, ha hablado de Cafarnaún como el lugar donde Jesús concentró gran parte de su acción para llamar a los pecadores a la salvación y como la casa de la misericordia. «Aquí es donde la misericordia se manifiesta como cualidad de la compasión humana, en el momento en que Jesús cura a la mujer que sufría hemorragias y devuelve la vida a la hija de Jairo», ha dicho el custodio. ¿Qué hacer en la casa de la misericordia? «Debemos dejar que Jesús nos acoja para acogerlo a Él», ha seguido diciendo fray Francesco. Puede ocurrir que nos sintamos paralizados ante Él, incapaces de vivir algunas veces, pero es necesario recordar que solo Él puede darnos la resurrección y la vida. «Aquí, en Cafarnaún, estamos invitados a descubrir la necesidad de la misericordia de Jesús de forma personal; todos y cada uno de nosotros estamos necesitados. Debemos descubrir cuál es la enfermedad del cuerpo, de la mente y del espíritu que tenemos que poner en las manos de Jesús», ha concluido el custodio.
En el momento del Ofertorio, un grupo de chicos, dirigidos por el ceremoniero, ha llevado cestas de frutas al altar. Después, tras la celebración eucarística, han sido bendecidas como signo de acción de gracias a Dios por los bienes recibidos en la última cosecha del año. La fruta, tras la bendición, ha sido distribuida entre los presentes.
Beatrice Guarrera