Este año la fiesta de la Dedicación del Santo Sepulcro se ha celebrado en un ambiente tenso por el atentado del día anterior. Las puertas de la ciudad vieja estaban cerradas y sus callejuelas vacías.
En el Santo Sepulcro, la atmósfera era de recogimiento. Como cada año desde 1149 los religiosos y los peregrinos se han unido a los frailes franciscanos para conmemorar, junto a la diócesis de Jerusalén, el aniversario de la inauguración de la basílica.
La misa solemne fue celebrada - delante y en el interior del edículo - por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, con la asistencia del vicario custodial, fray Dobromir Jasztal y del presidente del Santo Sepulcro, fray Zacheusz Drazek.
La celebración se remonta a la época cruzada, cuando estos bendijeron el edificio que acababan de reconstruir. No nos engañemos, no se pretende rendir homenaje a los cruzados. Esta celebración quiere mostrar como centro del mundo la basílica de la Resurrección de Cristo.
“Vivimos en un mundo en el que la violencia y el odio parecen ganar, pero la tumba vacía nos recuerda que el odio y la muerte ya han sido vencidos” señalaba el Custodio en su homilía. “A pesar de ello, el testimonio de nuestra fe en Jesús, muerto y resucitado por nosotros, supone algo más, significa que debemos ser sus testigos en nuestra vida cotidiana. Eso también significa que podemos hablar de nuestra fe en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros”. Continuaba antes de concluir: “Que el Espíritu del Señor nos permita recordar y dar testimonio de todo lo que se ha cumplido aquí”.
“Aquí, en Tierra Santa, todo cobra vida” expresaba emocionada Elisha, joven peregrina de Canadá. “Sí, aquí todo cobra vida, no solo las palabras del Evangelio sino también nuestras oraciones”.