Desde el Santo Sepulcro a Getsemaní: Jueves Santo en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

Desde el Santo Sepulcro a Getsemaní: Jueves Santo en Jerusalén

En la mañana del Jueves Santo en Jerusalén, la basílica del Santo Sepulcro acogía a frailes y fieles. El administrador apostólico del Patriarcado Latino, monseñor Pierbattista Pizzaballa, delante del Edículo, presidió la misa in Coena Domini y la misa crismal que coincidían, por razones vinculadas al lugar. En la celebración en la que se recordó la institución del sacerdocio y el gesto realizado por Jesús en la última cena del lavatorio de pies, cada presbítero renovó las promesas sacerdotales y después se bendijeron los santos óleos crismales. Repitiendo el gesto de Jesús, Pizzaballa lavó los pies a seis seminaristas del Patriarcado Latino y a seis frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa.

En la homilía monseñor Pizzaballa habló de la última noche de Jesús, la noche de la traición y de la negación que se convirtió en el “preludio de la Pascua”. “A veces, también nuestro ministerio sacerdotal y nuestros esfuerzos como pastores parecen estar atravesando la noche”, afirmaba Pizzaballa. Frente a todo esto, Jesús, que aceptó el sufrimiento, viene en nuestra ayuda con su ejemplo. Así, Pizzaballa animaba a la asamblea: “¡No hay noche que el amor no pueda iluminar, no hay fracaso que la Cruz no pueda transformar, no hay herida que la Pascua no pueda transfigurar!”. Después, la procesión dio tres vueltas alrededor del Edículo, llevando expuesto el Santísimo Sacramento.

Por la tarde se repitió un rito que se lleva a cabo todos los años según está establecido por el Status Quo: el guardián musulmán de las llaves del Santo Sepulcro visita a los frailes de la Custodia en San Salvador para entregarles simbólicamente las llaves del Sepulcro y después recuperarlas de nuevo.
Inmediatamente después tuvo lugar una de las celebraciones más sugerentes: el lavatorio de los pies en el Cenáculo. En el lugar reconocido como la estancia donde Jesús celebró la última cena con los discípulos y les amó hasta el extremo de lavarles los pies, el Custodio de Tierra Santa presidió la liturgia. En medio de una inmensa multitud, se acercó a lavar los pies a doce niños de la parroquia de Jerusalén que se preparan para recibir la confirmación. Desde allí, la peregrinación de los frailes continúo pasando por San Jaime de los armenios, la iglesia de los Santos Arcángeles, donde los franciscanos se alojaron cuando fueron expulsados del Cenáculo por los musulmanes y, finalmente, la iglesia siria ortodoxa de San Marcos.

A las 9 se celebró solemnemente la Hora Santa de Jesús en Getsemaní. Durante la Hora Santa, los fieles fueron invitados a velar, rezar y meditar sobre tres momentos: la predicción de Cristo sobre la negación de Pedro y la huida de los discípulos; la agonía de Cristo en el jardín y su arresto. Precisamente para recordar la negación de Pedro, una procesión partió de Getsemaní hasta llegar a la iglesia de San Pedro en Gallicantu. Muchos jóvenes y grupos de Palestina participaron con alegría y emoción. Todos mostraban recogimiento, esperando revivir la Pasión de Jesús y después su Resurrección.

Beatrice Guarrera