«La festividad de la Epifanía es una fiesta muy importante, porque Dios se manifiesta a todos los pueblos del mundo y los une». Lo ha afirmado el custodio de Tierra Santa fray Francesco Patton al comenzar las celebraciones con motivo de la Epifanía. La fiesta ha empezado el 5 de enero con los saludos de los parroquianos de San Salvador en Jerusalén en la sala del diván (sala de recibimiento). Frente a fray Francesco, al vicario fray Dobromir Jasztal y al secretario de la Custodia, fray David Grenir, muchas familias y muchos niños. «Esperamos que esta Epifanía traiga a nuestros corazones, a nuestras casas, a nuestro país, la paz y la serenidad», ha expresado fray Nerwan el párroco de San Salvador. «La Epifanía, la manifestación de Cristo, revela que también nosotros nos hacemos hijos de Dios por el bautismo – ha explicado el Custodio -. Nos empuja a sentirnos cada vez más parte de la familia de Dios, a sentir que el Señor quiere crear unidad entre nosotros, los que le hemos acogido».
Tras el discurso del hijo del mujtar, el responsable de la comunidad latina de Jerusalén, el Custodio y los demás frailes han dejado el convento de Jerusalén para la tradicional procesión en automóvil hacia Belén. Como al inicio del Adviento y en Navidad, las etapas eran Mar Elías, donde se encontraba el párroco de Beit Jala, y la tumba de Raquel, con el párroco de Beit Sahour. En Belén, en la plaza del Pesebre, una multitud de files esperaba al Custodio de Tierra Santa para su ingreso solemne. Fray Artemio Vitores, guardián de la hermandad de Belén, ha recibido al Custodio en la iglesia de Santa Catalina, donde se han entonado los primeros cantos de oración. Después del almuerzo, se han celebrado las primeras Vísperas y el oficio de lecturas, mientras el Custodio se ha dirigido a visitar a algunas de las comunidades locales.
El día siguiente, 6 de enero, se ha celebrado la misa solemne de Epifanía, en la que se lee que los tres Reyes Magos llegaron desde lejos para adorar a Jesús, llevando oro, incienso y mirra. Ha pronunciado la homilía fray Rami Asakrieh, párroco de Santa Catalina, pero ha presidido el Custodio de Tierra Santa. Para las segundas Vísperas a las 15:30 han entrado fray David Grenier, fray Artemio Vitores y fray Sinisa Srebrenovic, vestidos de rojo, verde y oro, llevando oro, incienso y mirra. Una larga procesión animaba el patio de la iglesia de Santa Catalina al son del «Gloria in Excelsis Deo». «Esta es una de las procesiones más bellas de Belén», cuentan dos frailes. Tras llevar los regalos a la gruta de Jesús, los tres frailes de la Custodia han dejado que la gente tocase con la mano estos dones y han distribuido incienso y mirra a los fieles.
Desde la gruta se ha vuelto a llevar en exposición a Santa Caterina una figura del Niño Jesús vestido de fiesta. Jesús, aquel que, a pesar de las diferencias, adoran todos los cristianos como se hace patente el día de la Epifanía. Según el calendario de las iglesias ortodoxas, de hecho, la Navidad se celebra el 6 de enero. Por ello, en la basílica de la Natividad, las diversas comunidades de las iglesias ortodoxas han rezado al mismo tiempo las primeras Vísperas. Escuchando los sonidos de los cantos que se sobreponían, el efecto podía parecer simplemente confusión, y sin embargo no lo era: era la fuerza de la oración y del amor por Jesús que cada uno expresa según su propia cultura y tradición. «Aquí encontramos a todo el mundo que acoge a Cristo y esto para mí forma parte del misterio que celebramos hoy», ha afirmado fray Stephane Milovitch.
Beatrice Guarrera
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