La Custodia de Tierra Santa hoy: fray Agustín con los emigrantes de Jaffa | Custodia Terrae Sanctae

La Custodia de Tierra Santa hoy: fray Agustín con los emigrantes de Jaffa

Han pasado 800 años desde la llegada de los frailes a Oriente Medio y desde los inicios de esta aventura han cambiado muchas cosas. Sin embargo, no han cambiado el compromiso y la dedicación con los que, desde hace 800 años, los frailes custodian los santos lugares y trabajan a favor de la población local. Por eso, para entender lo que es la Custodia de Tierra Santa actualmente, hay que partir de ellos y de sus historias: vienen de todo el mundo, de países muy diferentes y cada uno de ellos tiene una misión específica

Fray Agustín Pelayo Fregoso procede de México, pero hace años que está al servicio de la Custodia de Tierra Santa. Inició su camino vocacional en Buenos Aires y conoció al que se iba a convertir en el papa Francisco cuando aún era cardenal. Ha viajado por diversos países y habla seis idiomas. En la actualidad se encuentra en Jaffa, como superior de la iglesia de San Antonio.

¿Cómo conociste la Custodia de Tierra Santa?
Asistía a un curso para obtener un título en turismo. Estaba en una residencia de jóvenes que estudiaban en la universidad y querían estar en un ambiente de fe. En los tres años que estuve allí, los chicos iban con frecuencia a Tierra Santa para hacer peregrinaciones. Siempre llegaban entusiasmados cada vez que volvían de Tierra Santa y yo me preguntaba por qué. Mientras seguía estudiando, empecé mi búsqueda vocacional y comencé a frecuentar un seminario diocesano. Ayudaba como ceremoniero en la catedral y, sorprendentemente, alguien escribió a Tierra Santa sin que yo lo supiese. Me dijeron: “Si te gusta, ya que estás estudiando turismo, puedes hacerlo en Tierra Santa y ponerte al servicio de la Iglesia”. No lo había pensado nunca pero entonces surgió esta posibilidad de hacer una experiencia para entender mi camino. Más tarde, me puse en contacto con fray Ricardo, del Monte Tabor, y él vino a México. Llevaba hábito y para mí fue una sorpresa, porque a nosotros nos estaba prohibido. Tras la revolución, si llevabas hábito, tenías que pagar una multa.
A partir de ahí acabé la licenciatura en el seminario y decidí entrar como fraile en la Custodia de Tierra Santa.

¿Cuál ha sido tu recorrido?
Fui a Buenos Aires y luego a Roma. Tomé los hábitos y vine a Tierra Santa para hacer el noviciado en Ein Karem: para mí era el tercer país en tres años.
Desde allí fui a Belén. No fue fácil con la segunda intifada, pero es una experiencia que me impresionó mucho. Después me trasladé a Jerusalén: cuatro años, cuatro comunidades, cuatro países, cuatro idiomas, porque empecé a estudiar un poco de árabe. A continuación pasé un año estudiando la lengua en Egipto. Tuve una experiencia muy bonita con los frailes monásticos cercanos a las pirámides, que son coptos, de otro rito.
Después vine de nuevo a Jerusalén, a San Salvador, para estudiar cuatro años de teología.
Antes de ordenarme, el Custodio pensaba mandarme a estudiar Derecho pero, la tarde antes de la ordenación, cambió todo y me mandó como vicemaestro de los postulantes a Montefalco. Trabajé en la parroquia con la gente del campo y continué los estudios de espiritualidad franciscana. Obtuve la licenciatura el año pasado. Después estuve en Betfagé, y trabajé para el Centro de Información Cristiana y la Fundación Franciscana de Tierra Santa, antes de llegar aquí.

¿Cuál es hoy tu misión en Tierra Santa?
Creo que el carisma franciscano no es una sola cosa. Está la fraternidad, la sencillez y también la libertad de tu elección para estar abierto, disponible a ir donde te llamen. La Iglesia no funciona como una empresa. Así llegué aquí, a Jaffa, en septiembre de 2016, como superior de la casa y vicepárroco. Ahora estoy estudiando mi sexto idioma (hablo español, italiano, portugués, inglés, árabe y estudio hebreo). Somos cuatro frailes y atendemos sobre todo a los emigrantes. En Jaffa los más numerosos son los indios.
Hay varias comunidades: se celebra para los árabes, los indios, los filipinos, los africanos y los ingleses. Por otro lado, en la otra iglesia, en San Pedro, celebramos para los latinoamericanos que vienen con los italianos de la embajada. Y después también vienen los de habla hebrea (hay árabes que ya no entienden el árabe o no les gusta, y van a misa allí). Cuando no celebro misas, soy el superior: cuento el dinero, preparo las actividades de fin de semana con la gente.
Ahora tengo esta posibilidad de conocer otra realidad y debo decir que estoy muy contento.
En el curso de hebreo al que asisto me piden siempre que hable de los frailes, de la fe, de quién es Jesús. Al final, tenemos las mismas raíces, porque el Antiguo Testamento es el mismo.

¿Qué impulsa tu misión y tu vida espiritual?
Lo que me anima con la gente es ver la sencillez con la que viven. Siempre les digo que les entiendo, porque he tenido la misma experiencia de tener miedo a ser encarcelado por no tener documentación. Viví esa experiencia a los 18 años cuando fui a Estados Unidos y tenía visado para entrar, pero no permiso de trabajo. Sin embargo, estaba obligado a trabajar para pagarme la universidad. Para mí es muy duro ver los sacrificios que hace esta gente y soy consciente de sus dificultades.
Es realmente agradable encontrarse con ellos los sábados, porque vienen cargados de experiencias buenas y muy malas, y necesitan que alguien les escuche, les comprenda y les dé fuerzas.
También trabajamos para conseguir que dejen de lado sus diferencias porque formamos una misma comunidad, somos cristianos, somos católicos, somos latinos. El problema es que no hay mucha comunicación entre las comunidades.
La Iglesia es el único sitio en el que los emigrantes se sienten ellos mismos. Pasan casi toda la semana trabajando con miedo a ser apresados y después llegan a la iglesia y son verdaderamente libres: se sienten en comunión y se sienten en casa.

¿Algún mensaje para los jóvenes en discernimiento?
Creo que cada uno busca su propia felicidad pero, si sientes la llamada, vivirás una experiencia preciosa y debes estar abierto. No porque sepas hacer algo bien y lo quieras, lo harás. Todavía me acuerdo de las palabras de un fraile que me dijo: siempre habrá algo de luz para seguir adelante y siempre habrá algo de oscuridad para dudar, así que es mejor experimentar la luz.

N.S. - B.G.