Queridísimos hermanos y hermanas en Cristo,
queridísimos hombres y mujeres de buena voluntad,
¡que el Señor os dé su paz!
Con profunda y reconocida gratitud, también en nombre de nuestros hermanos que se encuentran en las zonas de Oriente Medio, especialmente en Siria, martirizadas por una guerra terrible y cruentos conflictos, queremos manifestar nuestro agradecimiento al Santo Padre, papa Francisco, por su constante y atenta cercanía a toda la población siria que está sufriendo de modo indecible, especialmente en la ciudad de Alepo, tanto en la parte oriental como en la occidental de la ciudad.
No podemos sino unirnos al Sumo Pontífice cuando afirma: «Debemos constatar con gran tristeza que, a pesar de los muchos esfuerzos prodigados en distintos ámbitos, la lógica de las armas y del abuso, los intereses oscuros y la violencia continúan devastando este país y hasta ahora no se ha sabido poner fin a los extenuantes sufrimientos y continuas violaciones de los derechos humanos [...]. La violencia genera violencia y tenemos la impresión de encontrarnos envueltos en una espiral de prepotencia y de inercia de la que no parece que podamos salir» (Audiencia a los miembros de los organismos caritativos que trabajan en el contexto de la crisis humanitaria en Siria, Irak y países limítrofes, Roma, 29 de septiembre de 2016).
Solícitos por el ejemplo y la enseñanza de nuestro seráfico santo fundador, Francisco de Asís, profeta de paz, queremos acoger y abrazar con todas nuestras fuerzas el llamamiento del papa Francisco: «Poner fin al conflicto está también en manos del hombre: cada uno de nosotros puede y debe convertirse en constructor de paz» (Ibidem).
Por tanto, pedimos a todas las fuerzas implicadas y a todos los que tienen responsabilidades políticas que sitúen en primer lugar el bien de la población inerme de Siria, y en particular de la ciudad de Alepo, que hagan callar inmediatamente las armas y pongan fin al odio y cualquier tipo de violencia, de tal modo que se pueda realmente encontrar y recorrer el camino de la paz, la reconciliación y el perdón.
Pedimos que toda la comunidad internacional se esfuerce concretamente para hacer de Alepo una Zona de Seguridad, aplicando las mejores soluciones adoptadas en anteriores experiencias para garantizar la máxima colaboración y el éxito de la iniciativa. Esta Zona de Seguridad en torno a Alepo permitiría a toda la población, probada por las terribles consecuencias del conflicto, sin discriminación ninguna, poder recibir la necesaria ayuda humanitaria, volver a disfrutar de la seguridad y protección y redescubrir la confianza y la esperanza en un futuro inmediato habitado y animado solamente por la paz.
Se deberían crear otras Zonas de Seguridad en Siria, como parte integrante de un plan completo que garantice la seguridad de todos y el desenlace definitivo de la paz. Estas Zonas deberían colocarse bajo el control de las Fuerzas de Paz de la ONU, que operarían bajo el mandato del Consejo de Seguridad y con la total cooperación de todas las partes implicadas en la guerra.
Invitamos, además, a todos los países del mundo a ser todavía más generosos en la acogida a los refugiados sirios, en pleno respeto a las legislaciones nacionales y locales, y a ofrecer toda la asistencia necesaria para satisfacer las urgentes necesidades humanitarias y de seguridad en Siria.
Solo así, dejando a un lado los intereses parciales, se podrá llegar verdaderamente a la conclusión de este conflicto devastador y recuperar la certidumbre de la puesta en marcha de un camino de reconstrucción de la vida, de la dignidad y de la esperanza.
Aseguramos nuestra oración y nuestro apoyo a todos aquellos que sufren terriblemente a causa de la guerra y a nuestros hermanos que, con valor, siguen viviendo y dando testimonio en Siria, como auténticos «buenos samaritanos», de su cercanía en el servicio concreto a toda la población castigada por las consecuencias del conflicto.
Renovamos nuestro empeño y os invitamos a todos vosotros, hombres y mujeres de buena voluntad, a que seáis artífices de la paz, para que se pueda saciar la sed de paz que habita en el corazón de toda persona, especialmente de nuestros hermanos y hermanas de Siria.
Fr. Michael A. Perry, OFM
Ministro general
Fr. Francesco Patton, OFM
Custodio de Tierra Santa