Al sonido de las campanas, fieles y frailes han ido llenando la iglesia del santuario de Emaús al Qubaybe. Esto ocurre solo dos veces al año en este pueblo, casi completamente musulmán, situado al Oeste de Jerusalén. En el lugar se conmemora la manifestación de Jesús resucitado a los dos discípulos de Emaús, Cleofás y Simeón, y es precisamente con ocasión de su fiesta, el domingo 25 de septiembre, cuando se celebra una misa solemne presidida por el custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton. En esta celebración, y la del lunes de Pascua, es posible atravesar los controlar que, normalmente durante el año, impiden llegar al santuario, aislado en territorio palestino.
En la celebración litúrgica se encontraba fray Salem Yunes, que vive desde hace tiempo en Al Qubaybe. A causa de la difícil situación política, en el pueblo solo hay una familia cristiana; también el número de religiosos es bastante exiguo. «He estado dos años solo y luego llegó otro fraile», dice fray Salem. Un mujer de la única familia cristiana que queda habla, sin embargo, del caos de los permisos especiales que deben solicitar si quieren desplazarse de una parte a otra del muro entre Israel y Palestina.
Además de los fieles llegados en autobús desde Jerusalén, han participado en la misa del domingo también las religiosas del Catecismo, que viven en el santuario y gestionan una escuela materna para los niños del lugar, de mayoría musulmana.
«La fiesta de los santos Simeón y Cleofás «nos ayuda a confrontarnos con estos dos discípulos y retomar nuestro camino de fe», ha dicho en su homilía el custodio. Un camino que no debe ir hacia atrás, «como el de los cangrejos». «Si las cosas no van como queremos o como nos parece que deberían de ser, nos viene la frustración, nos parece haber sufrido una injusticia del destino y empezamos a lamentarnos y a recriminar –ha explicado fray Francesco-, en vez de seguir por el camino emprendido, caminamos hacia atrás y nos replegamos sobre nosotros mismos». Jesús, sin embargo, viene a dar una nueva lectura a la historia de cada uno de nosotros: la pascual. El custodio ha dirigido posteriormente a la asamblea una invitación: «Cuando nos convirtamos en prisioneros de nuestras lamentaciones, dejemos que nuestro corazón se inflame en Jesús, que nos habla también a nosotros y nos invita a mirar de un modo nuevo todo lo que ha ocurrido y nos ocurre».
Al finalizar la misa ha empezado la ceremonia de inauguración del Terra Sancta Organ Festival –Música de las Iglesias de Oriente Medio y del Levante, tercera estación concertística producida por la Custodia de Tierra Santa. El órgano de manos del alemán Gunther Martin Goettsche y la voz de la sopramo holandesa Anne-Marieke Evers han hecho resonar en la iglesia obras de Scheidemann, Haendel y Vivaldi, entre otros. El festival es una forma de testimoniar la presencia cristiana en Oriente Medio y promover el estudio del órgano por su contribución específicamente cristiana y su presencia necesaria en la liturgia. Israel, Palestina, Jordania, Grecia, Chipre, Egipto, Líbano y Siria son lugares en los que está presente la Custodia de Tierra Santa y sedes protagonistas de los conciertos.
Un almuerzo fraterno en el interior del convento ha puesto punto final a la peregrinación a Emaús al Qubaybe, con una recomendación importante por parte de fray Salem: rezar por el santuario.