Solemnidad de María, Madre de los Siete Dolores, en el Calvario | Custodia Terrae Sanctae

Solemnidad de María, Madre de los Siete Dolores, en el Calvario

A una semana de la celebración de la Pascua, la solemnidad de la Virgen de los Siete Dolores conduce directamente a la Semana Santa. En el Santo Sepulcro en Jerusalén, en el Calvario, donde se encuentra un altar para María, el 23 de marzo se celebró una misa presidida por el vicario custodial, Fray Dobromir Jasztal.
Todo estaba en silencio cuando los kawas, la guardia de honor, golpearon el suelo con sus bastones para anunciar la llegada de los franciscanos. María, la madre de Jesús, siempre está en la capilla de la crucifixión y en el corazón de todos los que sufren. En esta solemnidad se recuerdan especialmente los siete dolores de la Virgen María:

La profecía de Simeón sobre el Niño Jesús (Lc, 2, 34-35)
La huida de la Sagrada Familia a Egipto (Mt, 2, 13-21)
La pérdida de Jesús durante tres días en el templo (Lc, 2, 41-51)
El encuentro entre María y Jesús, en el Via Crucis (Lc, 23, 27-31)
María contempla el sufrimiento y la muerte de Jesús en la Cruz (Jn, 19, 25-27)
María acoge en sus brazos al hijo muerto descendido de la Cruz (Mt, 27, 57-59)
María abandona el cuerpo de su Hijo en el Sepulcro (Jn, 19, 40-42)

«Este lugar es un santuario de dolor y sufrimiento, y al mismo tiempo de victoria y esperanza – dijo en la homilía fray Dobromir -. Los que vienen aquí, vienen a buscar consuelo y esperanza para continuar viviendo». El vicario custodial recordó que «Dios tiene siempre palabras de ánimo y consuelo. Sin embargo, es necesario acercarse mediante la conversión y la obediencia renovada a Dios. Cristo nos ofrece el modelo y el ejemplo para recorrer el camino». Según fray Dobromir, Jesús no alcanzó la perfección a través de purificaciones rituales, sino por medio del dolor y el sufrimiento aceptados hasta el final. «La primera persona que se asocia con Jesús es su madre, María, que ofrece a su hijo – explicó -. Ella misma será atravesada por la espada del dolor para demostrar que el misterio de la salvación no se agota en el misterio de la encarnación, sino que se completa con la participación amorosa en la muerte y resurrección de Cristo».