En el aula de la Inmaculada un grupo variado de personas ojea con curiosidad folios llenos de música. La profesora toca acordes en el piano y después explica los símbolos escritos en las páginas. Un momento después comienzan a cantar: es el primer curso teórico práctico de canto gregoriano organizado por la Custodia de Tierra Santa en colaboración con el instituto Magnificat. En pocos días de intenso trabajo (del 4 al 8 de julio) la profesora Giulia Gabrielli tiene la misión de trasmitir conocimientos teóricos y prácticos sobre el arte del canto ligado a las celebraciones litúrgicas. En el convento de San Salvador en Jerusalén es la primera vez que se lleva a cabo una iniciativa como esta.
«He asistido a varios cursos de canto gregoriano en el extranjero – explica fray Aberto Pari, director del Magnificat, el instituto musical de la Custodia de Tierra Santa – y por eso le pedí al Custodio enviar a dos o tres frailes al año a hacer lo mismo. Pero él me habló de la profesora y de la posibilidad de invitarla aquí para dar un curso». Así ha sido y el resultado parece un éxito. «En las clases están participando aproximadamente cuarenta personas. También hay un grupo de aspirantes al seminario y para ellos el curso será muy útil porque después cantarán para la Custodia». El gregoriano es reconocido por la Iglesia católica como “canto propio de la liturgia romana” y se utiliza en casi todas las celebraciones animadas por los franciscanos en los santos lugares.
Entre diapositivas sobre la historia del canto y ejercicios prácticos, la profesora Giulia Gabrielli pone pasión y paciencia. No es nueva en la enseñanza. De hecho, es docente de Didáctica de la música y Musicología en la Universidad Libre de Bolzano.
«En la Custodia se canta gregoriano con frecuencia, por eso los que participamos en las liturgias franciscanas necesitamos conocer mejor esta forma de cantar» afirma una voluntaria francesa que trabaja para el patrimonio cultural de la Custodia. «La profesora es muy competente y la materia interesante», exclama entusiasta durante la pausa un fraile alumno del Studium Biblicum Franciscanum. Héctor, un aspirante al seminario, cuenta que le habían aconsejado participar pero que no se esperaba que el curso le fuera a gustar tanto. Junto a él, un compañero señala que incluso las clases teóricas son útiles, ya que creía que el gregoriano procedía de San Benito: «de este modo, estoy aprendiendo a entender la verdadera historia de este canto».
Fray Alberto comenta: «Como ocurre siempre las primeras veces, este primer curso es exploratorio. Nos hemos dividido en dos grupos para cantar, también porque nos hemos dado cuenta de la diferencia entre los principiantes y los que tienen nivel medio». «Hemos tenido muchas inscripciones y el curso está yendo muy bien – afirma la profesora Gabrielli -. En la parte teórica hemos abordado el nacimiento del gregoriano, su historia y cuestiones relacionadas con la interpretación del repertorio». El canto gregoriano nace en la época carolingia (800-850 d.C.) de la fusión de dos tradiciones. Ya existía previamente pero cada región, cada diócesis, cada iglesia, tenía su propia modalidad de canto. Los carolingios, sin embargo, decidieron uniformizar la liturgia, fusionando la tradición del canto romano con la del canto francés. El gregoriano se llama, de hecho, canto romano-franco.
También se dedica un amplio espacio en las lecciones a la parte práctica, para que frailes, laicos y religiosas aprendan a cantar mejor y puedan, con el canto gregoriano, apoyar y dar solemnidad a las liturgias en los santos lugares.
Beatrice Guarrera