¿Conocéis los bienes culturales? Es tiempo de inventario (1/3) | Custodia Terrae Sanctae

¿Conocéis los bienes culturales? Es tiempo de inventario (1/3)

 


El convento de San Salvador no conoce el descanso. En el subsuelo, siguen los trabajos de sistematización de la parte histórica del futuro museo Terra Sancta, que mostrará y destacará las misiones de la Custodia de Tierra Santa y su relación con los países europeos, sobre todo a través de la exposición de los bienes conservados por la Custodia desde hace siglos. Estos objetos litúrgicos y artísticos están gestionados por la Oficina de Bienes Culturales, creada en 2010, y cuya responsabilidad ha sido confiada a fray Stéphane Milovitch.

Esta Oficina nació al mismo tiempo que el inventario del convento de San Salvador, iniciado por el mismo fraile con la ayuda de los voluntarios italianos Alfonso Bussolin e Irene Boschetti. Esta última nos cuenta: «Hace mucho tiempo que no existen inventarios en los conventos. Por una serie de circunstancias, quizá porque ya llegó el momento, Alfonso empezó a fotografiar los objetos y a catalogarlos. Ese fue el inicio. Hemos pasado horas y horas por todos los rincones y vericuetos de los conventos. Me acuerdo de los meses que estuvimos recluidos detrás de la sacristía de San Salvador para inventariar los objetos. Los poníamos por la mañana extendidos por el suelo, los medíamos... Alfonso hacía las fotos y registrábamos la información en el ordenador antes de volver a ponerlos en su sitio de nuevo». Han hecho este mismo trabajo en los conventos de Santa Catalina, en Belén, San Juan de Ain Karem, San Salvador de Jerusalén y en el Santo Sepulcro. Esto ha permitido encontrar ornamentos olvidados, tesoros perdidos entre el polvo y en habitaciones olvidadas de los conventos. Irene recuerda: «En el subsuelo del antiguo taller de costura, hemos encontrado un tejido compuesto de modo muy extraño, sin ninguna inscripción. Mirando entre las viejas fotos con la esperanza de encontrar algún indicio, fray Stéphane entendió que se trataba de los antiguos paramentos ¡de la gruta de Santa Elena en el Santo Sepulcro!».

Este minucioso trabajo se completa con la ayuda de estudiantes, profesores y especialistas en Historia del Arte, que ponen sus conocimientos al servicio de la Custodia por períodos más o menos largos de tiempo, ayudando así a conocer mejor el patrimonio.

El inventario ha favorecido la creación de una base de datos con toda la información disponible sobre los artículos. Cada vez que un objeto cambia de lugar o es estudiado por algún experto, la información se actualiza.
«Este patrimonio no nos pertenece –explica su responsable-. Ha sido ofrecido a los santos lugares y estamos aquí para conservarlo y valorizarlo en nombre de la Iglesia católica. Incluso cuando los frailes tenían problemas económicos, durante las guerras por ejemplo, nunca se han desprendido de ellos». Se trata de objetos litúrgicos y artículos ofrecidos para el culto y los franciscanos siempre han querido que se dedicaran a eso. «No solo deben ser admirados en un museo, por su belleza. Nosotros los utilizamos durante la liturgia para que este belleza nos lleve a la belleza suprema de Dios».

Una vez concluido el inventario, los objetos ya están listos para ser utilizados, e Irene se enorgullece de eso. Los ornamentos se utilizan a veces durante las celebraciones solemnes. Así por ejemplo, en las Vísperas que siguieron a las ordenaciones sacerdotales de junio de 2015, los jóvenes sacerdotes franciscanos pudieron rezar con las casullas regaladas al Santo Sepulcro por el rey francés Luis XIII.

La belleza y multiplicidad de bienes ofrecidos a los santos lugares revelan la fe de los hombres. Entre las innumerables anécdotas de las que se acuerda, Irene recuerda una: «Un día, un ceremoniero pontifical nos visitó. Después de haber visto los ornamentos litúrgicos regalados durante siglos por las distintas cortes europeas, se quedó sorprendido y dijo: “En Roma tenemos ornamentos preciosos, pero no tan bellos. Fueron confeccionados para los Papas, ¡pero aquí han sido confeccionados para Cristo!”. Los artesanos se superaron a sí mismos y los monarcas no miraron en gastos, porque sus obras estaban destinadas al Santo Sepulcro o a otros santos lugares».