LA ASAMBLEA. La vida consagrada como don de Dios a la Iglesia y a su pueblo. Así definía Sor Bruna Fasan, presidenta de las religiosas y consagradas de Tierra Santa su elección de vida y la de los restantes participantes en la asamblea del 3 de mayo. Hábitos de varios colores, hombres y mujeres de distintas procedencias y de diferente carisma llenaban el auditorio del Instituto Pontificio Notre Dame de Jerusalén. La Asamblea de religiosos, religiosas y consagrados de Tierra Santa se ha reunido a los dos años de su encuentro en 2015 con motivo del año de la vida consagrada, en el que participó Mons. José Rodríguez Carballo. También este año el secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica ha querido reunir a los religiosos de Tierra Santa para escuchar sus testimonios y hablar de los retos que deben afrontar.
Daniel Gullung, director de los consagrados y religiosos, daba la bienvenida al auditorio, seguido por Sor Bruna Fasan. Moderaba la reunión fray Marcelo Cichinelli, guardián del convento de la Custodia de San Salvador
LOS TESTIMONIOS. La educación de los niños fue el primer tema abordado en los testimonios, por el franciscano de la Custodia de Tierra Santa fray Marwan, director de la Casa del Niño de Belén. Creada en 2007 para ayudar a los chicos con problemas familiares como violencia, droga, pobreza, la casa - explicaba el fraile – tiene como objetivo «ayudar a los jóvenes a crear bases sólidas para fundar nuevas familias cristianas». Sor Monika Duellmann contaba después su experiencia trabajando en el hospital Saint Louis de Jerusalén, donde se trata, entre otros, a refugiados, trabajadores ilegales, beduinos, judíos ortodoxos. Un ambiente rico en diversidad, de hecho, en el que se intenta proporcionar un poco de alivio en el dolor también a los marginados de la sociedad que no tienen seguros médicos. El centro Sagrada Familia de Nazaret se creó, por otra parte, para llenar otro vacío: la falta de una escuela árabe especial para discapacitados. «En Israel hay 230 escuelas especiales – decía el padre Marco Riva – pero la nuestra es expresión de los valores cristianos y de los de San Luis Guanella» (fundador de la obra Don Guanella). El cuarto testimonio, a través de las palabras de Sor Susan Sheean, arrojaba luz sobre el mundo de los presos y de las visitas a los cristianos de las Hijas de la Caridad en Haifa. Por último, se hablaba de la comunidad de inmigrantes cristianos en Israel y de los cristianos de expresión judía, con los que trabaja desde hace años el padre David Nehaus.
EL DISCURSO DE CARBALLO. «Estos testimonios no son teorías. Hablan de la vida y promueven la vida – decía Moisés, un sacerdote salesiano que está en Jerusalén desde 2014 -. Y aunque tengamos una espiritualidad diferente o trabajemos en distintos ámbitos, nos permiten conocer otras realidades, tener una visión más global de la sociedad». «Me ha impresionado el servicio de las diferentes comunidades religiosas hacia los más pobres», comentaba sor Aurora durante la pausa para el café.Todos los consagrados volvían a entrar deprisa tras la pausa para el esperado discurso de Mons. José Rodríguez Carballo, cargado de palabras de ánimo: «¿Somos pocos? Quizá. ¿Viejos? También. Resignados nunca». Superando las varias tensiones que pueden surgir a los consagrados (con la autoridad, con la fraternidad, con las misiones), Mons. Carballo exponía los retos a afrontar. Entre ellos, dar mayor fuerza a la vida consagrada, reestructurar los ambientes, contemplar y escuchar a Dios en los pobres, crear verdadera fraternidad, promover la formación permanente, pasar del protagonismo al servicio.
Un momento de oración común, el rezo de Vísperas, cerraba la tarde y después todos volvían a casa, atesorando todo lo que habían recibido en el encuentro. Porque el mejor modo de dar testimonio del Evangelio es vivirlo.
Beatrice Guarrera