Domingo de Ramos en el Santo Sepulcro y por las calles de Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

Domingo de Ramos en el Santo Sepulcro y por las calles de Jerusalén

La última vez fue en 2014. La próxima será en 2025. También este año, en 2017, se da una coincidencia en el cálculo de la fecha de Pascua entre los calendarios juliano y gregoriano. Hoy, los cristianos de distintas confesiones celebran el Domingo de Ramos. Esto supone una gran alegría por la unidad, pero también una santa confusión en la basílica del Santo Sepulcro durante la misa solemne presidida por el administrador apostólico, Monseñor Pizzaballa.
Si la procesión alrededor del Edículo pudo desarrollarse sin demasiados obstáculos, la multitud asistente a la misa delante del altar de la aparición a María Magdalena, en cambio, necesitaba tener una fe sólida para poder seguir la misa. La lectura de la Pasión se escuchaba con dificultad muchas veces ya fuera por los cánticos de unos, las campanas de otros o el ruido producido por los golpes de los bastones de los kawas.
La mayoría de los asistentes seguía la celebración con libros litúrgicos. Los que no tenían, podían meditar o, simplemente, alegrarse por el hecho de estar en Jerusalén.
El Ministerio de turismo espera recibir 180.000 peregrinos entre judíos y cristianos solo durante esta semana de Pascua. Una multitud que animará las callejuelas de la ciudad vieja.

En la tarde del 9 de abril, a las 14:30, bajo un cielo oscurecido por algunas nubes, una multitud festiva participaba en la tradicional procesión que recuerda el recorrido de Jesús en su entrada a Jerusalén. La esperanza, la alegría, la fe viva se respiraban en el ambiente. Después de haber leído en Betfagé el fragmento del Evangelio del domingo, desde allí partía el enorme cortejo que ha descendido el Monte de los Olivos. Se celebraba la alegría de la fiesta todos juntos: peregrinos de todo el mundo, grupos de parroquias locales árabes, católicos de lengua judía, fieles de las iglesias extranjeras. Por las calles a lo largo del Monte de los Olivos, frente a una vista impresionante de Jerusalén, los instrumentos, los cánticos, las voces de los jóvenes y de los ancianos regalaban durante algunas horas a la Ciudad Santa un ejemplo de lo que significa la fraternidad bajo el nombre de una misma fe.

Stephane y Evry son dos jóvenes de Paris que han llegado a Jerusalén con un grupo de 250 personas para una peregrinación de diez días. Como ellos, otros grupos han llenado de alegría la procesión: egipcios, polacos, italianos, filipinos, sudafricanos, congoleños. El padre Apollinaire hace veinte años que trabaja con la comunidad católica de lengua hebrea que era alrededor de una treintena en la procesión. «Hoy es domingo y muchos no han podido venir porque trabajan», explica el sacerdote. Una de ellos es Lexy, una joven que ha venido a Jerusalén desde un kibutz del sur de Israel para estudiar música. «Espero que esta procesión traiga la paz a los habitantes de Tierra Santa y a todos los líderes», deseaba a su vez el padre James, que acompaña a un grupo de filipinos. Liliana viene de Eslovenia: «En mi iglesia no celebramos la procesión por las calles y por eso es aún más bonito para mí estar aquí».

«Me gustaría que esta Pascua pudiésemos sentir a Jesús vivo entre nosotros», espera una chica de Dinamarca que canta en medio de un grupo de jóvenes rubios. En la procesión con otros frailes, fray Carlos, franciscano de la Custodia de Tierra Santa originario de México, reflexiona: «Estamos en el lugar donde caminó Jesús, venimos de todo el mundo». Sentadas fuera de una casa en las laderas del Monte de los Olivos, algunas mujeres árabes aclaman con alegría el paso de los fieles. «Mi hija vive aquí pero yo vivo en Suiza – explica una mujer - . Si no me doliesen las rodillas, iría con ellos a caminar porque he vuelto aquí solo para la procesión. Queremos mostrar nuestra fe y que deseamos la paz».

El padre Matteo, un sacerdote de Roma, desde 1971 ha sido misionero en diferentes partes del mundo: «Ayer celebré 45 años de sacerdocio y estar aquí hoy significa contemplar el amor de Dios en mi vida y por el mundo entero». La misma alegría muestra Guilherme Mendes, un seminarista brasileño que está pasando un año en el seminario Redemptoris Mater Domus Galileae: «Dios se ha encarnado no solo hace dos mil años, sino también hoy. Y esta marcha es una marcha hacia Jerusalén, la ciudad del gran rey, la ciudad que representa el lugar donde se cumple la historia de Jesús y también mi historia». Mientras el sol se ponía, la procesión descendía el Monte de los Olivos agitando palmas y ramas de olivo y cantando “Hosanna”, hasta llegar a la iglesia de Santa Ana.

Allí, el administrador apostólico Pizzaballa pidió guardar un minuto de silencio por los cristianos asesinados en Egipto en los ataques de la mañana del Domingo de Ramos. «Hoy hemos vivido una bella experiencia de Iglesia – decía después hablando de la procesión -. Hemos caminado y cantado juntos, hemos disfrutado y algunos también han bailado juntos, incluso sin conocerse, sin tener una lengua común. Hemos vivido una bonita experiencia de Iglesia porque nos hemos sentido unidos, todos juntos, en la alegría de pertenecer todos a Cristo».

Marie-Armelle Beaulieu - Beatrice Guarrera

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