El carisma de San Francisco, germen de paz en Tierra Santa

El carisma de San Francisco, germen de paz en Tierra Santa

Los días 3 y 4 de octubre, los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa – junto con numerosos fieles – celebraron la fiesta de San Francisco de Asís, su fundador. A las estelas luminosas dejadas por los misiles sobre Jerusalén la víspera de la fiesta, los frailes respondieron con un intenso clima de oración, tanto en el triduo de preparación como en los días festivos.

El sueño de la fraternidad y la paz

En su homilía durante las primeras vísperas de la festividad, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, resumió bien la actitud con la que los frailes viven este momento: “Tratamos de vivir plenamente la espiritualidad de la confianza y la fraternidad que San Francisco extrajo de la familiaridad con Jesús. Somos poca cosa, un pequeño símbolo. Sin embargo, a través de nosotros, el Señor sigue ofreciendo a nuestra época y a la tierra donde nos llamó a vivir la posibilidad de vislumbrar su sueño, el sueño de la fraternidad y la paz”.

La fiesta de los niños

En San Salvador, en Jerusalén, las celebraciones comenzaron con la misa para los niños y jóvenes del Terra Sancta School. “Les recordé la importancia de la educación para su futuro como hombres de paz” dice fray Ibrahim Faltas, director de las escuelas y vicario custodial. “Ha pasado un año de guerra, miedo y tensiones; pedí a los chicos que rezaran juntos, como hacen todos los días en la escuela, la oración simple de San Francisco: ‘Señor, hazme instrumento de tu paz’”. La jornada escolar se dedicó a las celebraciones del santo. “Pedí a los jóvenes que sean testimonio de paz, viviendo en el respeto, el perdón y el amor”.

Como peregrinos

El 3 de octubre, durante las primeras vísperas, treinta frailes (entre ellos, quince de la Custodia), renovaron sus votos por un año. Son los frailes que ya han hecho la profesión simple pero todavía no la perpetua. A ellos se dirigió el Custodio en su homilía: “Pedid la gracia de saber apreciar el don que se os ha dado de ser llamados a vivir la vida como peregrinos y forasteros en fraternidad. Ser conscientes de esto nos ayudará a todos a vivir con confianza incluso en los tiempos difíciles en que nos encontramos”. Tres frailes de la Custodia que están fuera de Jerusalén por motivos de estudio renovaron sus votos en las respectivas sedes.

En la misma celebración se leyó el “Tránsito de San Francisco”, el fragmento de las Fuentes Franciscanas que narra su paso de la vida terrenal a la eterna, ocurrido la noche del 3 al 4 de octubre de 1226.  Las luces se apagaron en el momento en que se recordó la muerte del santo y la ascensión al cielo de su alma, para volver a encenderse pocos minutos después, al son del “Cántico de las criaturas”.

La misa solemne

El 4 de octubre, día de la festividad, se celebró la misa solemne en la iglesia de San Salvador de Jerusalén. Antes del inicio de la misa el pequeño Edwardo se vistió con el hábito de San Francisco en señal de consagración al santo, siguiendo una tradición local. La liturgia fue presidida por un padre dominico, el prior del convento de San Esteban de Jerusalén, el padre Martin Staszak. Lo mismo sucede, pero con los papeles invertidos, en la festividad de Santo Domingo.

Asistieron a la celebración el cardenal Pierbattista Pizzaballa, franciscano, y el obispo auxiliar emérito Giacinto Boulos Marcuzzo; monseñor Natale Albino, encargado de negocios de la delegación apostólica para Jerusalén y el padre Antoine Duwaihi de la Iglesia maronita. También estuvieron presentes los cónsules generales Wilfried Pfeffer (Bélgica), Domenico Bellato (Italia), Nicolas Kassianides (Francia), Javier Gutiérrez (España) y Dimitrios Angelosopoulos (Grecia). 

La homilía estuvo a cargo del padre dominico Olivier Poquillon, director de la École Biblique di Gerusalemme, que subrayó la relación fraternal entre ambas órdenes religiosas. Al comentar las lecturas, exhortó a los fieles a “tener fe en Dios” que da “esperanza en las tinieblas” y nos invita a “levantarnos y seguirlo”. “Si queremos ver la luz debemos salir. No estamos solos, Jesús vino para compartir con nosotros el peso de cada día”, afirmó. Por la tarde, la fiesta concluyó con las segundas vísperas.

Marinella Bandini