En la ciudad de Alepo, Siria, los frailes de la Custodia de Tierra Santa han inaugurado la nueva escuela de verano para chicos bajo el título «Con Jesús daré color a mi vida»
“Con Jesús daré color a mi vida”. Este es el título elegido por los frailes menores de la Custodia de Tierra Santa en Alepo, Siria, para la edición 2017 de la escuela de verano para chicos.
Por segundo año consecutivo, centenares de chicos entre 4 y 15 años se reunirán en el oratorio de la parroquia de San Francisco, en el corazón de la ciudad símbolo del conflicto. Se ha triplicado el número de inscritos respecto al año anterior, llegando a los 860.
Durante dos meses, frailes, religiosas y voluntarios trabajaran para devolver el color a la vida de estos chicos, que en los últimos años han convivido casi en exclusiva con el negro de la guerra. Entre los desafíos más grandes para Alepo, como se lee en el comunicado de prensa de la iniciativa, “está la reconstrucción de la persona. La reconstrucción del cuerpo, de la mente, del espíritu y del sentido de pertenencia a la comunidad”. Para ello los frailes franciscanos han organizado numerosas actividades recreativas. Danza, deporte, talleres artísticos y música, cada una de las cuales se ha confiado a profesionales cualificados.
FADHI IBRAHIM
Profesor de Educación Física
“Es estupendo que la Iglesia me haya invitado a ayudar a estos chicos para hacerles jugar juntos, especialmente después de todos estos años de guerra en los que el único ruido era el de las bombas y de los misiles. Ahora sentimos solamente alegría. Espero poder dar también yo mi contribución a fin de que estos chicos puedan ser felices. Haré lo posible.”
Para estos jóvenes voluntarios se trata de una oportunidad de ganarse la vida y participar activamente en la reconstrucción de la sociedad y de la Iglesia.
IBRAHIM
Voluntario
“Después de haber acabado la Universidad he querido sentirme parte de la Iglesia para echar una mano y estar aquí en esta escuela de verano. Quiero realmente estar con estos chicos, estar junto al pueblo y ayudar en lo posible. Dar algo en vez de estar en casa sin hacer nada.”
Durante la jornada se da gran importancia a la necesidad espiritual de los chicos. La celebración eucarística es el centro de todas las actividades de la escuela y entre el canto, el baile y los juegos se intercalan momentos de oración común a fin de que los chicos entiendan cómo una fe auténtica puede realmente dar color a la vida.
MIRNA
Voluntaria
“Esta es mi tercera vez aquí en la escuela de verano. Los dos primeros años los viví durante el conflicto, la situación era realmente dura. Cada vez que uno salía de casa se arriesgaba a perder la vida. Pero gracias a Dios este año ha llegado la paz. Espero que esta situación continúe y que finalmente podamos volver a tener una vida normal. Dios siempre nos ha protegido. No hemos tenido nunca miedo, ni siquiera bajo las bombas.”
Una esperanza de paz y serenidad que hoy, gracias a esta iniciativa se convierte siempre en una realidad concreta.
“Querría dar las gracias a todos por lo que la escuela de verano nos ha dado en estos años de guerra y por haber puesto en nuestros corazones un poco de paz y amor.”