El jueves 8 de septiembre, según la tradición, la Iglesia latina de Tierra Santa ha celebrado el nacimiento de la Virgen María en la iglesia de Santa Ana. Los padres blancos, rodeados de numerosos franciscanos, representantes de distintas comunidades religiosas y peregrinos, han sido los anfitriones y, también según la tradición, se ha celebrado la misa consular en francés, la última con la presencia del actual cónsul general de Francia en Jerusalén, Hervé Magro.
La celebración ha estado presidida por fray Nayib Ibrahim ofm. Tras la procesión a la cripta del nacimiento de la Virgen se han sucedido las lecturas, entre las que ha figurado la del Evangelio de la genealogía de Jesús.
«Celebramos con alegría el nacimiento de la Virgen María –ha empezado diciendo fray Nayib-, porque ella nos ha traído el Sol de justicia, Jesucristo nuestro Señor. La historia de la Salvación tiene un principio, y este principio se llama María. El Evangelio presenta la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Esta genealogía resume la historia de Salvación con símbolos: los tres grupos de 14 generaciones, representando cada uno la historia del pueblo de la Alianza; un número que indica perfección y plenitud. La historia de la Salvación tiene su centro y su cumplimiento en Cristo. En Él está la plenitud de la divinidad. La maternidad divina de María es el fundamento de todos sus privilegios. El nacimiento de María anuncia su vocación y su misión –sigue diciendo el fraile-, destinada a convertirse en Madre y colaboradora del Salvador. Por eso la Iglesia nos invita a rezar, por su intercesión, por la unidad y la paz».
Al finalizar la celebración los padres blancos han invitado a la asamblea, en el patio, a un refresco, momento que algunos han aprovechado para visitar la basílica, la cripta de la natividad de María o la piscina de Betesda, mencionada en el Evangelio de Juan como el lugar de un milagro de Jesús: la curación de un paralítico.
N.H.