LA VIGILIA EN GETSEMANÍ. En el jardín de los apóstoles en Getsemaní los fieles se reunían lentamente. Entre la multitud, en la oscuridad de la noche, una voz rompía el silencio para proclamar el comienzo de la oracion. El 14 de julio, con la vigilia en Getsemaní comenzaba la fiesta de la Asunción de María. Una celebracion igual que otras en apariencia. Sin embargo, la fuerza de ese lugar y la atracción que ejerce la Virgen desde hace siglos convierten esta oración en un acontecimiento excepcional.
La vida de María se recordaba con la lectura de pasajes del Evangelio y a continuación el tránsito de la Virgen, narrado en un relato apócrifo. El padre Giorgio Vigna, de la fraternidad de Getsemaní, en la homilía hacía hincapié en el carácter extraordinario de la Virgen, que fue pura gracia de Dios: «Hoy estamos invitados a fijar nuestra mirada en María, la Señora de lo imposible. Y quiero recordarla no solo como la madre de Dios, sino como madre de la esperanza». La imagen de la Virgen estaba allí, bajo la mirada de los asistentes, representando a esa Madre a la que dirigen cada día sus oraciones más profundas.
Entre la emoción de los numerosos peregrinos y los cantos animados por los frailes de la Custodia de Tierra Santa, la imagen de la Virgen llegaba en procesión a través del jardín de Getsemaní hasta la basílica de la Agonía. Allí se leía un fragmento del Transito Romano.
El Señor dijo a Miguel que alzase el cuerpo de María sobre una nube y lo llevara al Paraíso. Cuando el cuerpo fue alzado, el Señor mandó a la nubes partir en dirección a Oriente, hacia la región del Paraíso.
LA MISA DE LA ASUNCIÓN. La fiesta de la Asunción tiene antiguos orígenes, ya en el siglo V aparece mencionada el 15 de agosto en la iglesia del Kathisma. Se celebraba entonces el “kathisma”, el “reposo” de María a punto de dar a luz en el camino de Belén, pero no se excluye que este reposo pudiera evocar también el eterno. Posteriormente, la asamblea litúrgica para conmemorar la Asunción comenzó a celebrarse en Getsemaní y desde allí surgieron dos tradiciones diferentes porque en el Kathisma se trasladó la festividad al 13 de agosto. La tradición que ha sobrevivido es la que sitúa la fiesta el 15, pero solo en 1950 el papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María.
Precisamente el 15 de agosto la iglesia de la basílica de la Agonía estaba de nuevo repleta de fieles para celebrar la misa de la Asunción. Presidía el vicario custodial fray Dobromir Jasztal, mientras que para los católicos presentes, fray Nerwan, parroco de San Salvador, pronunciaba la homilía. «Pedimos con fe al Señor poder vivir el tiempo en esta tierra mirando hacia las cosas de arriba, prometidas por el Señor y ya cumplidas en la vida de María», decía en la clausura el guardián de la fraternidad de Getsemaní, fray Benito José Choque.
LA ALEGRÍA DE LA FIESTA. Durante el pequeño refrigerio servido en el exterior del convento de los franciscanos, varios peregrinos aún mostraban la alegría de haber participado en la celebración en Getsemaní. Rosi, una peregrina de México, decía: «María es nuestra madre, la madre de todos. Es un ejemplo a seguir por su obediencia». Entre las reacciones ante la solemnidad de la Virgen, también la sorpresa de dos turistas de Chicago que ni siquiera conocían la fiesta y observaban el entusiasmo de los fieles en Getsemaní. «Esta es una ocasión única para vivir con los cristianos de este lugar. Normalmente estamos en Italia durante esta fiesta, pero estar en el sitio donde sucedieron los hechos marca una gran diferencia», explicaba un peregrino de la provincia de Vincenza en Italia. En el mismo grupo comentaban: «A pesar de las dificultades, del cansancio, estamos aquí para rezar con la comunidad cristiana, para que pueda mirar con esperanza el futuro próximo y el más lejano».
LA PROCESIÓN A LA TUMBA DE MARÍA. Faltaba un ultimo acto importante para celebrar la fiesta de la Asunción como se hace siempre en Tierra Santa: la procesión desde la gruta de Getsemaní hasta la tumba de María. Es la única vez al año que los franciscanos pueden hacerla de forma oficial en ese lugar, según el Status Quo, y también este año respetaban la tradición. Tras las Vísperas en la gruta, los frailes guiaban a los fieles dentro de la tumba de María, donde eran recibidos por los representantes de la comunidad greco-ortodoxa y armenia. Cantando a la Virgen, uno por uno, todos se arrodillaban frente a la Madre de Jesús.
Beatrice Guarrera