En la pequeña calle San Jorge, no lejos de la Puerta de Jafa, se encuentra la Escuela Femenina Tierra Santa (TSG). La escuela, franciscana, está dirigida por una congregación cuya fundadora, santa Émilie de Vialar, decía: «Id y, con lo que tenéis y lo que recibáis, haced todo el bien que podáis». Sí, lo habéis adivinado, se trata de las religiosas de San José de la Aparición.
«Vinimos a Palestina en 1848, respondiendo a la llamada de los padres franciscanos -dice sor Frida Naser, directora de la escuela-. También acababa de llegar el patriarca latino».
Su misión era la siguiente: encargarse de las chicas cristianas de la ciudad vieja de Jerusalén. ¿Simple? No, no tan simple como parece. Las religiosas enseñaban árabe y francés, cocina y bordado. «Al inicio las religiosas tenían una treintena de chicas que frecuentaban la escuela, todas juntas sin distinción de edad o nivel de aprendizaje».
Los documentos manuscritos que tienen las religiosas nos llevan atrás en el tiempo. Testigos de la riqueza confesional que la escuela ha demostrado con su acogida, incluso durante la ocupación otomana, un período difícil para la población local. «Gracias a los archivos sabemos que había, además de los católicos latinos, estudiantes armenias e incluso turcas. Teníamos estudiantes de todas las comunidades religiosas». Estas páginas, catalogadas con mimo por año, sección y edad, conservan los nombres de distinto origen tanto de las estudiantes, como de los profesores, con el registro de sus nombres, su función y los detalles del curso escolar.
Hoy en la escuela trabajan cuatro religiosas. Sor Thérèse, profesora de francés y responsable de la preparación de las estudiantes para los exámenes del DELF (Diploma de estudios en lengua francesa); sor Mariam, supervisora de los profesores y profesora a su vez de Catecismo, junto con sor Nabiha; y sor Frida, directora de la escuela. «Nuestra Congregación dirige el instituto escolar, bajo la dirección general de los franciscanos, como todas las escuela Terra Sancta en Tierra Santa».
La escuela admite a chicas desde los 5 hasta los 16 años. «Las chicas frecuentan los dos últimos años de Liceo en la Escuela masculina Terra Sancta, a dos pasos de aquí. Este año, por primera vez, hemos abierto una de nuestras clases al penúltimo año».
Las religiosas tienen la vocación especial de estar al servicio de las chicas. «El primer objetivo de nuestras escuelas es la educación, espiritual, moral y escolar. La chica podrá convertirse en el futuro en madre y formar una buena familia, solo si recibe una buena educación. La educación espiritual y moral es muy importante -continúa-, pero la educación escolar no tiene menos valor».
«Seguimos el sistema pedagógico palestino -añade la religiosa-. Para la enseñanza del inglés y del francés somos libres para elegir el sistema que consideremos más oportuno. Nuestras alumnos se preparan para los exámenes de francés: DELF A1, A2 y B1. Mientras que, a partir de los 10 años, aprenden la lengua hebrea».
En el patio, en un espacio castigado por el sol, algunas alumnas, sentadas en círculo por tierra, repiten las lecciones del día. Las más pequeñas, a la sombra, saltan, corren y pasean en grupo unidas de la mano bajo un cielo azul, lejos de la zona ocupada por las mayores y calentado por el sol.
El espacio de la escuela que, a primera vista, parece reducido, sin embargo es bastante confortable para las estudiantes, que viven en una atmósfera familiar. La escuela está construida en torno a un patio interior, que ha cambiado poco desde que llegaron las religiosas. Las fotografías, color sepia y blanco y negro, del archivo parecen haber fijado la escuela en aquel tiempo. Estas imágenes permiten comparar tanto la elegancia de los cabellos de las estudiantes, como la disciplina con que eran educadas; este detalle destaca gracias al ángulo elegido por el fotógrafo al tomar la imagen. «Es verdad que tenemos una media de 25 alumnas por clase, pero nuestra intención es cuidar de cada una de ellas -afirma la religiosa pasando las hojas del álbum fotográfico-. Es importante prestar una atención particular a cada estudiante».
Según la religiosa, originaria de Belén, la educación religiosa es distinta en Jerusalén. «Si tomamos como ejemplo a Belén, notamos el esfuerzo de la familia por asistir a la misa dominical. En Jerusalén es raro ver lo mismo. La familia y los vínculos familiares se diluyen -denuncia la religiosa con voz dulce-. En las clases de Catecismo percibimos que las chicas están alejadas de la realidad religiosa y este distanciamiento provoca indiferencia hacia la ciudad y hacia los santos lugares». Esto se debe también al coste de la vida, que no deja de subir. Los padres deben trabajar cada vez más para atender las necesidades de los hijos. Consecuentemente, hay menos tiempo para dedicar a los hijos, a la vida familiar o a la vida espiritual.
Las religiosas quieren elevar el nivel escolar de las estudiantes para promover la sed por el saber. «Nuestros objetivos no han cambiado desde que llegamos a Jerusalén: formar a las chicas a través de la educación y la transmisión del saber, fortalecer la ciencia, la cultura y la fe. Una estudiante que adquiera tal fuerza puede ir adonde quiera. El objetivo no ha cambiado, aunque ha sufrido una evolución -dice-, porque el desafío es el de evolucionar al paso del tiempo, manteniendo los principios que queremos transmitir. La ciencia es importante, pero el hombre no lo es por sus títulos, sino por sus valores. Nos adaptamos al cambio de los tiempos para transmitir los valores humanos».
Nizar Halloun