Con un poco de diferencia con respecto a Roma, la puerta santa – abierta en la basílica de la Agonía en Getsemaní – se cerró ayer de forma solemne.
Mons. Shomali, obispo auxiliar de Jerusalén presidió la celebración eucarística en una iglesia abarrotada, ante la presencia del nuncio apostólico, Mons. Giuseppe Lazzarotto, y de un obispo sirio católico.
Fray Benito José Choque, guardián de la fraternidad franciscana del lugar santo, estaba de servicio en la sacristía durante la misa para asegurarse, por un lado, de que el flujo continuo de peregrinos discurriera armoniosamente por las calles que bordean los olivos multiseculares, y por otro comprobando que la celebración se celebrase de forma adecuada. Al mismo tiempo, se ocupaba también de la entrega de aceite pues la temperatura en Jerusalén ha bajado mucho. Pero cuando se le pregunta sobre el impacto de esta puerta santa para la comunidad, su rostro se ilumina. No piensa en la cantidad de trabajo extra que ha podido representar, sino que exclama: «Ha sido un año de gracia. Muchas comunidades religiosas de Tierra Santa han venido en peregrinación. Fraternidades y congregaciones se han reunido para un tiempo de misericordia. Hemos recibido a muchos fieles locales que han venido a lo largo de todo el año. Y ha habido muchísimas confesiones. Algunos fieles de Jerusalén han llegado cada día del año santo. ¿Os dais cuenta? ¡Cada día del año! ¡Es un número pequeño, pero qué testimonio! ¡Verdaderamente, un año cargado de gracia! »
La noche acaba de caer sobre la ciudad cuando Mons. Shomali cierra la puerta santa. Pero la misericordia de Dios no tiene fin. ¡Qué suerte!