Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe | Custodia Terrae Sanctae

Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe

Homilía

Con mucha alegría nos hemos reunido en este día para celebrar la fiesta de la Santísima Virgen de Guadalupe. La Virgen, Madre de Dios y nuestra, madre de misericordia, siempre se ha preocupado por todos sus hijos e hijas. Ella sigue con su corazón maternal escuchando las súplicas, las penas, las alegrías, y las preocupaciones de todos nosotros.
En esta ocasión quiero subrayar dos aspectos del misterio de la Virgen de Guadalupe: su predilección por un pequeño y pobre indígena y su maternidad espiritual che abraza a todos y derrama sobra la humanidad la misericordia de Dios. Estos aspectos están juntos, porque en María podemos encontrar a la Madre de Dios y a nuestra Madre.

1) Primero: cuando se manifiesta, la Virgen de Guadalupe no va a buscar como su mensajero a un noble o clérigo, sino a un pobre campesino y a este pobre indio la Virgen muestra su voluntad, llamándolo a una misión en la Iglesia. A través de la vocación de Juan Diego por María, se manifiesta la predilección de Dios por los pequeños y los pobres. Y a través de las palabras de la Virgen de Guadalupe podemos experimentar una predilección materna y una gran ternura que hablan a nuestro corazón también hoy día.
Cuando la Virgen habla a Juan Diego, sus palabras son: “Hijo mío el menor, Juanito”, y otra vez llama a Juan Diego con mucho cariño: “Hijito”.
Cuando él no sabe lo que debería hacer la Virgen le pregunta: 
“¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A Dónde vas, a dónde te diriges?”.
Y cuando Juan Diego tiene preocupación por la vida de su tío, otra vez la Virgen le dice: “¿No estoy aquí, yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy, yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”.
La Virgen, che en la imagen de Guadalupe es la Madre del Hijo de Dios, es al mismo tiempo nuestra Madre. Y ella nos revela el rostro materno de Dios y de la Iglesia, y toda la ternura que Dios quiere manifestar a nosotros, cuando nosotros tenemos conciencia de nuestra pequeñez y pobreza.

2) En segundo lugar quiero subrayar el mensaje explícito de la Virgen de Guadalupe, che es una actualización de la profecía de salvación y misericordia que hemos escuchado en la Palabra de Dios. Si la Virgen pide la construcción de un templo no es para recibir honor por sí misma, sino para ofrecer alabanza al verdadero Dios y para ofrecer a las gentes un lugar de escucha, de misericordia y de salvación:
“Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen santa María, Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediación, el Dueño del cielo, el Dueño de la tierra, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto; lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación; porque yo en verdad soy vuestra Madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, porque allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.
Y así nosotros podemos ir a nuestra Madre que es la Virgen Madre del Hijo de Dios, y también la Madre Iglesia, sabiendo que Ella escucha nuestro llanto y nuestras tristezas y cura todas nuestras penas y nuestras miserias. Y pone en nuestros labios su mismo cantico y alegría espiritual. 
Y la Virgen puede manifestar la salvación no por sí misma, sino – come escuchamos juntos a Juan Diego – porque es “la Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediación, el Dueño del cielo, el Dueño de la tierra”.
Como nos ha enseñado el santo Papa Juan Pablo Segundo un “aspecto fundamental proclamado en el mensaje guadalupano es la maternidad espiritual de María sobre todos los hombres, tan íntimamente unida a la maternidad divina” (Guadalupe, 12/12/1981).

3) Al final de esta homilía quisiera rezar la oración que el santo Papa Juan Pablo Segundo rezó antes de la imagen de la Virgen de Guadalupe hace treinta y cinco años. Es una oración que podemos también actualizar y rezar en esta tierra donde la Virgen María de Nazaret se convirtió en la Madre de Dios y en esta tierra donde, bajo la Cruz de su Hijo, se convirtió también en la Madre de toda la humanidad y de cada uno de nosotros.
“Sé tú, Madre, la que guardes a los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas para que, imbuidos de un profundo amor a la Iglesia y generosamente fieles a su misión, procedan con el debido discernimiento en su servicio eclesial, y edifiquen en la verdad y la caridad al pueblo de Dios. 
Sé tú la que inspires a los gobernantes, para que, respetando escrupulosamente los derechos de cada ciudadano y en espíritu de servicio a su pueblo, busquen siempre la paz, la justicia, la concordia, el verdadero progreso, la moralidad en toda la vida pública. 
Sé tú la que ilumines con propósitos de equidad y rectitud a cuantos tienen en sus manos el poder económico y social, para que no olviden las exigencias de la justicia en las relaciones comunitarias, sobre todo con los menos favorecidos.
Ayuda a los jóvenes y estudiantes, para que se preparen bien a infundir nuevas fuerzas de honestidad, competencia y generosidad en las relaciones sociales. Mira con bondad a los campesinos, para que se les procure un nivel de vida más justo y decoroso. 
Protege a los hermanos de Juan Diego, los indígenas, para que se les conceda un puesto digno en la sociedad, sin marginaciones ni discriminaciones. 
Cuida a los niños, para que tengan siempre el buen ejemplo y amor de sus padres. Guarda en la unidad a las familias, para que sean fuertes y perseverantes en el amor cristiano. 
Y puesto que eres Reina de México, Emperatriz de las Américas y Filipinas, tiende tu protección sobre todas las Naciones del Continente americano y sobre las que allí llevaron la fe y el amor a ti.
Haz finalmente, Madre, que esta celebración …, sea, en ti, principio de una renovada fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Así sea” (San Juan Pablo II, 12/12/1981).

Fr. Francesco Patton, ofm
Custodio de Tierra Santa