Nuestra Señora de Guadalupe se celebra también en Jerusalén. Hace varios años que la Custodia de Tierra Santa honra esta tradición con una misa solemne en la iglesia de San Salvador. El 10 de diciembre el custodio de Tierra Santa fray Francesco Patton ha presidido la celebración en español, animada por un coro especial de hermanos y laicos con guitarra, dos flautas y un violín. Muchos de los frailes proceden de América Latina, para los que festejar la Virgen de Guadalupe es parte integrante de su historia y su cultura. Solamente en el seminario internacional hay catorce mejicanos, tres peruanos y dos brasileños.
La aparición que se celebra se produjo en 1531 en Teyepac, al norte de la ciudad de Méjico. La Virgen se habría aparecido a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un azteca convertido al cristianismo, mientras bajaba de las colinas del Teyepac y le habría pedido erigir una iglesia allí en su honor. Según la tradición, el obispo pidió a Juan Diego un signo que confirmase la veracidad de su historia y Juan Diego lo obtuvo: recogió flores que brotaron fuera de temporada en un lugar inaccesible. Cuando las mostró al obispo, sacándolas de su manto, la imagen de la Virgen apareció milagrosamente en el manto. Por eso, aún hoy la imagen de la Virgen de Guadalupe es objeto de devoción y estudio.
En su homilía, el Custodio ha hablado de la figura de María, de su importancia para nuestra salvación, y ha recordado el reconocimiento que Juan Pablo II le dio a esta aparición. «A través de la vocación de Juan Diego se manifiesta la predilección de Dios por los pequeños y pobres – ha dicho fray Francesco Patton – y mediante las palabras de la Virgen de Guadalupe podemos experimentar la predilección materna por nosotros». Fray Donaciano, rector del seminario internacional ha dado las gracias a los cantores y al Custodio al finalizar la misa y ha anunciado la tradicional procesión con la imagen de la Virgen de Guadalupe hasta el patio de la curia custodial. Al son de la canción “La Guadalupana” se ha dirigido al atrio de la curia para celebrar la solemnidad y degustar alimentos típicos mejicanos.
Alegría inmensa entre los frailes, pero también un poco de nostalgia. «Es un momento para recordar nuestra tierra, las tradiciones, el amor que tenemos a la Virgen – cuenta fray Carlo López, del norte de Méjico-. Ella ha sido la primera evangelizadora de América». Fray Diego, del centro de Méjico, explica: «Para nosotros la Virgen de Guadalupe es realmente nuestra madre. Se dice que en Méjico muchos son más guadalupanos que cristianos». Fray Rodrigo, de Guadalajara, cuenta que cada familia se reúne para ir al santuario de la Virgen y los niños van vestidos como Juan Diego. «Nosotros los mejicanos sentimos un agradecimiento profundo hacia la Custodia de Tierra Santa por estar abierta a esta tradición», continúa fray Diego. Fray Oscar, mejicano y decano del seminario internacional, relata cómo en su ciudad, la tarde antes de la fiesta de la Virgen de Guadalupe, es costumbre ir a la iglesia a cantar “las mañanitas”, la canción en honor de su cumpleaños. «También aquí en Jerusalén hay un fuerte vínculo con la Virgen de Guadalupe porque la esencia del fraile es ser mariano - explica fray Oscar -. Donde llega un fraile, llega siempre la Virgen de Guadalupe, porque la lleva en el corazón».
Fray Francesco Patton ha comentado: «El obispo que acogió la petición de la Virgen de Guadalupe era un franciscano. La devoción mariana existe desde los tiempos de San Francisco, que escribió oraciones muy bellas para María. María es aquella con la que es fácil conversar, precisamente porque para nosotros es una presencia maternal».
Beatrice Guarrera