Nicanor Ascanio Soria, mártir en Damasco: la vocación al martirio

Nicanor Ascanio Soria, mártir en Damasco: la vocación al martirio

Nicanor Martiri Damasco
Nicanor Martiri Damasco

Entre los once mártires de Damasco que serán canonizados el próximo 20 de octubre en la Plaza de San Pedro se encuentra fray Nicanor Ascanio Soria: perteneciente a la diócesis de Madrid, pasó la mayor parte de su vida en España.

El Señor lo llamó al martirio tan solo un año después de su llegada a Tierra Santa.

La desamortización

Nicanor nació en 1814 en un pueblo cerca de Madrid, Villarejo de Salvanés. Educado en un ambiente de fe muy conservador, a los 16 años vistió el hábito franciscano en el convento de Santa María de la Salceda, en la Alcarria, en la provincia religiosa de los Frailes Menores Observantes de Castilla.

Martiri Damasco

«Su itinerario de vida conventual fue interrumpido por la exclaustración impuesta por las leyes de “desamortización” de Mendizábal en 1835 – explica fray Ulises Zarza, vicepostulador y miembro, junto con fray Rodrigo Machado Soares y fray Narciso Klimas, del Comité de preparación de las celebraciones para la canonización de los mártires –, es decir, el complejo fenómeno de acciones legales contra la Iglesia, con consecuencias desastrosas para las órdenes religiosas, muchas de las cuales fueron suprimidas. Por ello, fray Nicanor fue ordenado sacerdote en el clero diocesano».

La vocación al martirio

La disposición al martirio fue una nota constante de su espiritualidad.

Durante su larga actividad como párroco, fue nombrado capellán del monasterio de las monjas concepcionistas de Aranjuez. Allí, Nicanor tuvo la oportunidad de conocer en 1858 a la sierva de Dios Sor María de los Dolores y Patrocinio, favorecida con dones místicos y conocida por haber fundado varios monasterios con cierto espíritu de reforma.

P. Ulise Zarza

«Cuentan las fuentes – explica fray Ulises Zarza – que un día, mientras celebraba misa en el altar de la Santísima Virgen del Olvido, de cuya sagrada imagen era muy devoto, sintió un fuerte impulso repentino de ir a Tierra Santa para entregar allí su vida. Para saber si realmente se trataba de una vocación auténtica, fue a visitar a la venerada madre Patrocinio: la respuesta fue que “su inspiración procedía del Cielo”».

La conducta de los mártires

Cuando mejoraron las condiciones políticas del país, fray Nicanor pidió al Comisario de la Obra Pía de Madrid poder ingresar en el Colegio de Priego – donde se recibían las vocaciones misioneras para Tierra Santa. El 25 de enero de 1859 zarpó de Valencia en el vapor Barcino, con 14 religiosos, entre ellos sus tres cofrades Nicolás María Alberca, Pedro Soler y Juan Jacob Fernández, también mártires. Esa conducta pasó a ser definida en los anales como la “conducta de los mártires”, que desembarcaron en Jaffa el 19 de febrero.

«Dispuesto a todo, incluso a morir»

En Tierra Santa, fray Nicanor fue destinado al convento de Damasco para estudiar árabe.

Unos días antes de sacrificar su vida, el Custodio de Tierra Santa le notificó una nueva misión: dejar Damasco para servir en la parroquia de San Salvador de Jerusalén. Estaba a punto de ocupar su cargo cuando en Siria empezaron los disturbios contra los cristianos y estalló la persecución en Damasco.

«Su “disponibilidad” al martirio – continúa fray Ulises Zarza – es también conocida por una carta dirigida al Custodio de Tierra Santa, para que él mismo decidiese por él. Su disposición, de hecho, era obedecer de inmediato al Superior mayor, estando dispuesto a todo, incluso a morir. La respuesta del padre Custodio lo invitaba a atenerse a lo que estableciera su superior directo, pero a estar listo para abandonar Damasco una vez que las condiciones lo permitieran».

Fray Nicanor se quedó, por tanto, en Damasco, donde se cumplió su deseo de martirio a la edad de 46 años.

“Soy cristiano”

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«Las fuentes y testimonios relatan que la noche del 9 de julio de 1860 – cuenta fray Ulises – cuando los asaltantes entraron en el convento, le preguntaron si quería abrazar la religión musulmana y él respondió con firmeza: «¡No! ¡Soy cristiano! Si queréis, podéis matarme». Un atacante le clavó un puñal en el cuello y así dio testimonio de su fe cristiana».

Esto ocurrió en el pasillo superior sur del convento, donde Dios le dio la corona del martirio junto con su superior y otros seis religiosos franciscanos.

Silvia Giuliano