Jueves Santo en el Cenáculo: transformados por el poder de un amor entregado | Custodia Terrae Sanctae

Jueves Santo en el Cenáculo: transformados por el poder de un amor entregado

Franciscans gathered at the cenacle for the Missa in Coena Domini
Franciscans gathered at the cenacle for the Missa in Coena Domini

El Jueves Santo en Jerusalén es rico en liturgias que se desarrollan a lo largo de toda la jornada. Con ellas comienza el Triduo Pascual, en el que se celebran los acontecimientos del misterio pascual de Cristo: la institución de la Eucaristía, del sacerdocio ministerial y del mandamiento del amor fraterno y, finalmente, la Pasión.

Liturgias del Jueves Santo en el Santo Sepulcro

El jueves por la mañana, en la basílica del Santo Sepulcro se celebraron la misa in Coena Domini y la Misa Crismal, presididas por el Patriarca Latino de Jerusalén, monseñor Pierbattista Pizzaballa.

Misa in Coena Domini en el Cenáculo

Por la tarde, siguiendo la tradición, los frailes de la Custodia de Tierra Santa se dirigieron en procesión hasta la sala del Cenáculo, situada en el Monte Sion, para la celebración de la Missa in Coena Domini.

Precisamente aquí, en el Cenáculo, donde el Señor dio la ley fundamental de la Nueva Alianza, es decir, la ley del amor mutuo y fraterno, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, recordó el lavatorio de los pies de Jesús a sus apóstoles, repitiendo él mismo ese gesto de amor hacia doce frailes.

“Demos gracias al Señor porque disfrutamos de un privilegio único, el de poder celebrar el memorial de la Pascua en esta gran sala en la que fue instituido”, comenzaba el padre Custodio en su comentario a la Palabra.

Reunirse en este sagrado lugar para celebrar la Eucaristía dio la oportunidad al padre Custodio de añadir: “Al celebrar la Cena del Señor somos misteriosa pero realmente transformados por eso que Jesús realizó aquí el Jueves Santo entregándose en la Eucaristía, instituyendo el sacerdocio, lavando los pies a los discípulos y enseñando el precepto del amor.  Nos hacemos misteriosamente presentes a Cristo que muere en la cruz y partícipes de su resurrección” ya que “en la celebración de la Cena del Señor está presente todo el misterio pascual” que “nos alcanza y nos transforma” a través de la Eucaristía.

De hecho, a través de la Eucaristía somos ya partícipes del mundo nuevo que Jesús inauguró con su resurrección. Y a través del misterio de la Pascua podemos vencer el odio “que sigue siendo sembrado a manos llenas en los surcos de la Historia y de nuestra humanidad, también aquí en Tierra Santa”, porque es a través de esta experiencia que se nos da la esperanza”.

Del Cenáculo a las iglesias armenias de Santiago y los Santos Arcángeles

Desde el Cenáculo, los frailes se dirigieron luego a la iglesia de Santiago de los Armenios y a la iglesia de los Santos Arcángeles para conmemorar la hospitalidad que recibieron aquí en el siglo XXVI. En efecto, en esta última iglesia, los frailes fueron acogidos por los armenios durante siete años, después de que en 1551 los seguidores de Francisco de Asís fueran expulsados del convento del Cenáculo donde residían. Después de este tradicional tributo, los frailes se encaminaron a la iglesia sirio ortodoxa de San Marcos, conocida por haber sido construida sobre la presunta casa de María, madre del evangelista Marcos y que, según la tradición siria, señalaría el lugar exacto de la última cena de Jesús.

Hora Santa en Getsemaní

Finalmente, la noche del Jueves Santo se celebra en Jerusalén la Hora Santa de Jesús en el huerto de Getsemaní, es decir, en el lugar donde Cristo permaneció velando en oración antes de la detención que precedió a su Pasión. Durante la liturgia, presidida por el Custodio de Tierra Santa, nos recogemos en meditación sobre los tres momentos decisivos que caracterizaron la noche del arresto de Jesús: la predicción por parte de Cristo de la negación de Pedro y de la huida de sus discípulos, su agonía en el huerto de los olivos y, finalmente, su prendimiento.

Terminada la celebración, desde la basílica de la Agonía la asamblea se dirigió en procesión hasta la iglesia de San Pedro in Gallicantu, donde tuvo lugar la traición de Pedro.

 

Filippo De Grazia