De la iglesia de San Salvador al Cenáculo: Pentecostés en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

De la iglesia de San Salvador al Cenáculo: Pentecostés en Jerusalén

Las celebraciones de la fiesta de Pentecostés en Jerusalén comenzaron en la iglesia de San Salvador. El domingo 31 de mayo, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, presidió la misa solemne en la iglesia situada en el barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Construida en el convento al que se trasladaron los frailes franciscanos de Tierra Santa tras ser expulsados del Cenáculo en 1551, en 1561 el papa Pío IV concedió a la iglesia las mismas indulgencias que las que se otorgaban a los que iban al Cenáculo (más información sobre la Iglesia de San Salvador).
Durante la misa de Pentecostés de este año, la familia franciscana de la Custodia de Terra Santa tuvo la alegría de confiar el ministerio del Lectorado a 14 frailes y el del Acolitado a 15.

 “Hoy celebramos y actualizamos el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en oración en el Cenáculo junto con María. Y en esta fiesta, reflexionando sobre lo que el Espíritu Santo obra en la vida del cristiano y de la Iglesia, aprendemos que el Espíritu es esencial para la vida del cristiano y de la Iglesia, para la vida de cada uno de nosotros”, recordó el Custodio en la homilía. Después, fray Francesco Patton explicó los símbolos de las lecturas para ayudar a comprender el significado del Espíritu: el símbolo del viento, el aliento, el fuego, el símbolo de las lenguas sueltas, capaces de entender. “El Espíritu produce una importante diversificación dentro de la comunidad cristiana y al mismo tiempo una profunda unidad – dijo el Custodio –.  La diversidad de lenguas, habilidades, sensibilidades, roles, funciones, etc. no es algo que haga estallar la Iglesia como explotó la humanidad mientras construía de manera pretenciosa la torre de Babel, sino algo que, gracias a la acción del Espíritu, la consolida, la hace viva, bella, le da cuerpo, la hace relación de amor a imagen de la Trinidad.  También el ministerio del lectorado y del acolitado que hoy se os han confiado, jóvenes hermanos, están dentro de esta perspectiva. Lo que recibís no es una promoción profesional, sino un don que viene del Espíritu y que tiene que servir al crecimiento de la Iglesia” (Aquí la homilía completa)

Por la tarde llegó la hora de las Vísperas en el Cenáculo, presididas por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton. Los católicos pueden rezar oficialmente en el Cenáculo solo dos veces al año, se trata de un lugar que todavía es centro de controversia con el Estado de Israel debido al reconocimiento de la propiedad. De hecho, los franciscanos reivindican su propiedad, que adquirieron en 1333, como un regalo de los reyes de Nápoles, y fueron expulsados en 1551 por los otomanos.  Los frailes van a orar allí el Jueves Santo, cuando se conmemora la Última Cena, y el día de Pentecostés. Durante la celebración de Pentecostés, los frailes incluso suben a la sala del Cenáculo donde habría descendido el Espíritu Santo sobre los apóstoles y esparcen incienso perfumado.

“Para nosotros los franciscanos este es el lugar desde el que la Iglesia nos ha encargado la misión de custodiar los Santos Lugares – explicaba el Custodio –. Aquí se encuentra la primera sede de la Custodia de Tierra Santa.  El Espíritu Santo hace posible aún hoy la misión de la Iglesia y nuestra misión.  En este lugar de Pentecostés pedimos una nueva efusión del Espíritu para la Iglesia, para esta Tierra Santa amada por Dios, para los pueblos que la habitan, para nuestra misión como Custodia de Tierra Santa”. 

Beatrice Guarrera